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Sebastián:

Erika Coffey.

Ese nombre resuena en mi cabeza mientras me desangró como el cerdo que he Sido a lo largo de mi puta vida.

Joder la amo.

Amo a esa conejita.

Lo peor es que ha tenido que pasar esto para poder darme cuenta.

Si sobrevivo, y espero hacerlo, juró por mi sucia vida que quemaré el maldito mundo por ella. Porque se lo merece, se merece todo lo bueno de este mundo, eso y más.

Desde el primer momento que la Vi en ese estacionamiento de tercera clase, sentí un impulso de llevármela conmigo, de tenerla, de cuidarla.

Y no. No diré que sería capaz de matar por ella, porque ya he matado a una ridícula cantidad de gente. Tanta, que ya no es especial, y ella sin duda que lo es. Más bien, sería capaz de dejar de matar y morirme de hambre, solo por ella.

¿Que me has hecho Erika?

Si tan solo ese maldito no me hubiera apuñalado......

Pero, sin duda lo que más me da miedo, es que se cuáles son sus intenciones.

No, no puedo permitir que vuelva a acercarse a ella, no lo puedo permitir, no sabiendo lo que él le podría decir.

No, eso es un no.

*********************

Desconocido:

Debo salvarlos.

Debo salvarla.

Así esto sea lo último que haga.

Mi presencia atraviesa el oscuro bosque, a pesar de que aún es de día, las ramas le bloquean el paso  a la luz, dificultantando mi vista a través de la fastidiosa máscara.

Debo ir rápido.

Todo depende de mí.

Mi ensangrentado cuchillo es guardado en mi bolsillo izquierdo de los vaqueros viejos que me había puesto a las apuradas, sintiendo asco de mi mismo por lo que acababa de hacer. Digamos que yo no era tan fan de hacerle daño a nadie, por muy perverso que sea la víctima.

Pasó a un lado del lago, que estaba en una parte remota del lugar. Mis pies, casi inconscientemente me llevan hasta el muelle, dónde inclinó mi cabeza hacia abajo, observando el agua cristalina, pura, buena, todo lo que no era yo.

¿Que hize?

<Los salvaste>

Pienso automáticamente.

A pesar de eso, no dejo de pensar que, aunque en efecto, los he salvado, todavía apuñale a un hombre. Si, lo merecía, y estoy satisfecho de lo que le pasó. Pero de lo que no estoy orgulloso es que yo fui quien llevó a cabo su ( deseada) ejecución.

Seguramente, si alguien hubiese hecho mi trabajo, estaría muy feliz. Pero, en este caso yo fui el que lo hizo, yo fuí el que enterró el cuchillo en su pecho.

Me siento como la mierda.

Siento que soy peor que Sebastián. Mucho peor.

No. No puedo.

Juro que, si vuelvo a hacer algo así, acabaré yo mismo con mi vida.

***************

Erika:

Mi sostén rosado me hacía sentir incómoda mientras les indicaba a la pandilla de locos que ya se habían quitado las máscaras, por dónde había visto el cuerpo de Sebastián, el cual esperaba con todas mis ansias que aún estuviera con vida.

Edgar, el cual aún no confiaba en mí, me apuntaba con su cuchillo por detrás, a pesar de las peticiones de Klein, quien argumentaba que era mejor no ponerme así de nerviosa.
Pero, como era de esperar, el tipo hizo caso omiso a esas peticiones.

- ¿Que me asegura que no va a escaparse a la primera oportunidad? - argumentó.

- haz lo que se te de la puta gana Edgar, pero si la matas dile adiós a Sebastián.- Replicó el del medio, creo que era algo así como Nolan, tomando en cuenta de como lo habían llamado asi en el camino.

El dueño del cuchillo en mi cuello, se volteo casi de inmediato, fulminando con la mirada a Nolan, quién tenía una mirada sinica y poco interesada, menos asustada.

- vuelve a repetirlo.- ordenó.

- dile. adios. a. Sebastian.- repitió sin un apise de temor en su voz.

Edgar se abalanzó Hacía el chico, dejándome respirar finalmente al no tener esa arma en mi cuello.

- ¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre! - grito eufórico el loco que hace un tiempo se me quedó mirando en la habitación de Sebastián cuando me tenía cautiva.

Klein, con todas sus fuerzas, le clavó en la espalda una navaja a Edgar que justo estaba por enterrarle el cuchillo a Nolan en el cuello, cosa que hizo que el   hermano de Sebastián se levantará del suelo e intentar desesperadamente quitarse esa cosa de encima.

- ¡Joder! - grito agonía el herido.

Los demás levantaron al atacado, quien no mostraba signos de estar asustado.

- debes dejar de meterte con las personas, hermano.- parloteo Klein, dándome cuenta de que esos tres rubios eran familia.

- si dejará de ser frío y poco empático, ¿Dónde quedaría está bella personalidad? - respondió, casi burlándose para luego seguir caminando.

Todos aquí están gravemente locos.

Incluyéndome.

En vez de salir corriendo mientras se peleaban y por fin ser libre, decidí quedarme viendo todo como una verdadera estúpida.

Pero no.

No me puedo ir, no sabiendo el destino que le ampara a Sebastián si no los guío hasta allí.

Simplemente, no puedo perderlo. No de esa manera.

¿Que carajo me está pasando?

Klein le quitó el cuchillo de la espalda a Sebastián, el cual se quejaba de el dolor de la herida y la sangre que de esta desprendía.

- y recuerda: no te metas con ningúno de mis hermanos edgar.- artículo el mayor de los tres, posando su mirada en la del antes atacado.

Estos se mataron con la mirada, hasta el punto que los dos rubios y yo nos los quedamos mirando, mientras esperábamos que alguno de los dos intentará matarse oh algo por el estilo.

Sin embargo, los dos rompieron el contacto, listos para seguir el camino.

- vamos rojita, no hay tiempo que perder.- dijo Edgar, pero está vez no me amenazó, simplemente siguió su camino.

Bien, eso era algo bueno. Significa que ya me tiene cierta confianza.

**************

Las horas pasaban, y el miedo de que Sebastián ya hubiera muerto aumentaba dentro de mi.

Me sorprende que nos haya tomado tanto tiempo, ya que al correr hasta la casa de los dos hermanos sentí como si solo hubiesen Sido hora y veinte, oh algo así. Supongo que ayudo el hecho de que estaba en pánico, y corrí más de lo normal.

Por favor, por favor, necesito que estés bien Sebastián. De verdad lo necesito.

No removí el cuchillo, aunque si noté que había más heridas que la apuñalada, lo que me indicaba que el atacante llevaba más de un arma con él, lo que me lleva a la pregunta:

¿Quién era él?

¿Conocía a esta pandilla de psicópatas?

Eso me llevo a preguntar:

- ¿Conocen al que apuñaló a Sebastián?

Esa pregunta paró en seco a mis acompañantes, quienes se miraron en uno con el otro, lo cuál ya respondía a mi pregunta por si sola. Sin embargo, Edgar, me miró por encima del hombro con una mirada fría, y, sin darme contexto, solo dijo:

- evita hacer ese tipo de preguntas, rojita.

Eres, y siempre serás mía (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora