Sebastián:
- ésto es una locura, y el que lo diga yo, es simplemente increíble.- parloteo Klein, el mayor de los hermanos Maxwell.
Si, no puedo negar que era una locura, pero, no los traje hasta mi casa sólo para que me lo recriminaran.
- si, ya lo sé energúmeno, no es necesario que solo abras ese pico para volver a decirme algo que ya sé.- replique.
De inmediato volteó sus ojos verdes, en señal de que no estaba de acuerdo con lo que estaba haciendo.
- aún no entiendo porque coño secuestraste a esa pelirroja .- habló Nolan, el del medio, señalando a la conejita amarrada a mi cama.
La verdad, ni yo lo sé, simplemente fue un acto impulsivo que ni yo sabría explicar con claridad. Es como si ella me hubiese lanzado una especie de hechizo, o algo por el estilo.
- ¿Pueden dejar de hablarme cosas que ya sé? - ya empezaba a arrepentirme de haberlos invitado.
Mientras tanto, Noah, el menor, solo miraba obsesivamente a mi coneja, la cual, por como lo miraba a él, se notaba que no estaba cómoda al cien por ciento.
Ah, es increíble como al ser los tres hermanos del mismo padre y de la misma madre, sean tan diferentes el uno del otro, al punto de que lo único igual que comparten sea sus cabellos amarillos y sus ojos verdes, de allí más nada. Se vestían diferente, a Klein le gustaban las chaquetas negras, la ropa gris y oscura, lo cuál era exactamente lo que traía puesto.
Por otro lado, a Nolan le gustaba lo casual, una simple playera azul, y unos shorts masculinos, era su pan de cada día.
Noah, el más raro de los tres, sus ropajes estaban siempre sucios y ni hablar de su poco higiene personal, sin embargo, no era tan feo como alguien con sus actitudes lo sería, al contrario, si se vistiera de mejor manera fuera un galán de esos que se pueden ver en esas estúpidas películas románticas que solo les gustan a las morras románticas.Á
Además de su apariencia, había otra cosa que tenían en común:
Las intensas ganas de matar.
Según como yo lo he escuchado, los tres fueron internados en un hospital psiquiátrico de mala muerte luego de que hicieran algo que ninguno de ellos me ha querido contar hasta el momento. No sé cómo, pero de una manera inexplicable lograron escapar de esa mierda, y ahora viven en una disque casa no muy lejos de aquí, muy lejos de sus padres y de su hermana, Misha, oh algo así se llamaba la más pequeña.
Bueno, es reconfortante tener a chicos de mi edad a los cuales también les encante destripar personas con una motosierra.
- puedo matarla? - pregunto impaciente el psicópata de Noah, mirando con cierta fascinación a mi conejita.
- tocala y verás.- respondí, cortante.
De inmediato el me miró con una cara de decepción tremenda, como si le haya dicho la peor noticia de todas.
- ¿Por qué no puedo? - Replicó aquel imbécil comportándose como un bebé.
Ya estaba empezando a perder la maldita paciencia.
- porque yo lo digo.- mi tono era cada vez más amenazador.
Mientras, la pelirroja de lejos se le notaba que estaba asustada, y, el ver ese miedo en su ser, me encantaba. Lo sorpresivo vendría hacer lo siguiente: y es que, por más que me encantaba disfrutar del dolor de mis víctimas cuando las despedazaba, jamás sentí esa fascinación por el miedo de una persona.
Agh, esa chica me está afectando de una manera notable.
- no entiendo porque no dejas que Noah acabe con esa tipa.- comentó Klein, insistente como siempre.
- por la simple y sencilla razón que no quiero que ninguno de ustedes tres la mate. ¿Acaso sus pendejas mentes no lo entienden?- empezaba a molestarme.
Los tres se miraron mutuamente, se les notaba que no estaban entendiendo absolutamente nada.
- ¿Estás bien? - pregunto Nolan, y, aunque me molestaban sus preguntas, tenían razón.
¿En serio Sebastián King, el asesino con más de 129 víctimas al año, no quería matar a una de sus presas?
Me imagino que para ellos, eso sería una gran señal de alerta.
- Por qué puta madre no estaría bien? Yo sé lo que hago.- proclame.
El hijo de puta siguió con sus preguntas de mierda.
- ¿Que diablos te pasa?
- ¡No me pasa nada!- grité, con una gran rabia incontrolable.
- oye, Seba, por favor cálmate.- susurró Klein.
- ¡Largo!- ordené señalando la puerta.
Los Maxwell se alejaron de mi habitación, no sin que el mayor me lanzará una advertencia:
- será mejor que no cometas una tontería, de verdad no nos gustaría que algo malo te pasé. Y, aunque no lo creas, ésto puede terminar muy mal.
Dicho esto se alejaron.
Al estar solo, no pude evitar gruñir, fue cuando mi vista se clavó en la chica.
- ay conejita, ¿Que me has hecho?
- vete al diablo Sebastián.
Wow, si recordaba mi nombre.
- eso me recuerda que no me has dicho tu nombre.
- tampoco pienso decírtelo, ni aunque me mates, gótico imbécil.
No sé porque, pero el hecho de que ella me tratara mal, me atraía aún más hacia ella.
- sin duda no eres como las demás.- le informé.
- al menos no seré una más del montón. - se burló.
Si algo le tenía que admitir era eso. Cualquiera en su lugar estaría rogando por su insignificante vida, pero ella en cambio ella no paraba de desafiarme y hasta burlarse, sin duda ella era más valiente de lo que aparentaba.
- solo que, tu pecosa cara está en todas las noticias, Erika Coffey, hija del famoso empresario, el señor Coffey.
De inmediato su cara palideció, sin duda no se esperaba el que yo pronunciará su nombre.
Me fuí acercando poco a poco, disfrutando de su reciente miedo, cuál León cazando a su gacela.
- ¿Que pasa conejita? ¿No te gusta que sepa tu nombre?
- cállate.
Al acercarme lo suficiente, incliné mi cabeza y pronuncié lo que para mí era una victoria asegurada:
- escúchame, Erika, si me sigues faltando los respetos, juro que iré hasta tu mugrienta casa de niña rica, y no dudaré en matar a tus padres y obligarte a comer sus ojos recién arrancados.
Luego de despegarme de su oreja, ella me vió con un profundo y suculento miedo, uno que no había visto en mucho tiempo, aunque ese pavor rápidamente se convirtió en odio.
- eres un monstruo.
- dime algo que no sepa.
Dicho esto, cojí su plato de frutos rojos y los puse en su pecho, para que así no muera de hambre, no me conviene que mi más reciente juguete muera por falta de comida.
Al salir de mi habitación, ella grito fuertemente algo que me hizo sonreír:
- ¡no te saldrás con la tuya! ¡Lo juró! ¡Al final tendrás lo que te mereces!
Decidí no devolverme, no valía la pena. Además, yo siempre gano.
Siempre obtengo lo que quiero, y eso siempre fué así.
Oh bueno, siempre, excepto, aquella vez.
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Espero que le haya gustado, próximamente traeré el capítulo ocho.
- Luis L.
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Eres, y siempre serás mía (+18)
Romance🔞 Está historia está marcada como madura🔞 Erika Coffey, la dulce, la tranquila, la inteligente Erika. ¿Alguna vez hizo algo malo en su vida? la respuesta a esta pregunta es no. oh, bueno, al menos hasta que la dejaron sola ese día en el auto mie...