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Iván

Limpiar baños era asqueroso, jamás en mi corta vida pensé que tendría que limpiar vómito de un retrete.

Pero aquí estaba, saliendo adelante con este trabajo de medio tiempo y sintiéndome angustiado por el partido final del viernes.

¿Ganaríamos o todo nuestro esfuerzo sería en vano?

-¿Iván trabajas aquí?

Volví mi vista hacia atrás y dejé caer mi trapeador al encontrarme con Juan y demás jugadores del equipo en el restaurante.

-Ven, les dije que lo había visto.- Presumió Daniel sonriendo.- Hermano, en serio, ¿no pudiste conseguir algo menos humillante?

Me enderecé en mi lugar y acomodé mi sombrero de calamar, este tenía tentáculos que llegaban a mis hombros.

-No todos tenemos el privilegio de ser hijos de papi.- Le copié la sonrisa.

Los jugadores se quedaron mudos, pero luego compartieron una gran carcajada.

-Oh, esa fue buena.- Daniel palmeó mi hombro.

-Déjanos ayudarte.- Juan tomó varias esponjas y las repartió entre los chicos.

Se los agradecí y mientras ellos se encargaban de lo demás, yo me dediqué a trapear el suelo.

-Oh, no, Leones hambrientos a las cinco y media.- Juan indicó con su cabeza una de las mesas.

Allí estaban sentados los jugadores del equipo al que nos enfrentaríamos en la final y tenía sentido, pues este restaurante de mariscos era más cercano a su universidad que a la nuestra.

-Sí, ya los había visto.

Ellos habían llegado hace rato y desde que lo hicieron, no pararon de molestarme, llamándome con apodos desagradables y obligándome a limpiar más de cinco veces ese sitio.

-¡Ey, dientitos!

El capitán del equipo me llamó y cuando menos lo pensé, me arrojó su hamburguesa en la cara mientras sus amigos reían.

-Lo siento, debí recordar que atrapar no es lo tuyo.- Se burló.- Esa hamburguesa estaba horrible, mejor tráeme algo decente.

Conté hasta tres y luché por no dejar escapar la cantidad de groserías que deseaban salir de mi garganta.

No, no, no perdería este trabajo por su culpa.

Me decidí a comunicarle su pedido a otro mesero y al volver con los chicos, alguien entrando al restaurante llamó mi atención.

Rodrigo...

Rodrigo entró luciendo su típica ropa que era una combinación elegante y casual que no llegaba a comprender como le quedaba tan bien. Lucía una camisa a cuadros colorida, pantalones ajustados negros y mocasines del mismo color.

Y yo con un delantal y un sombrero de un calamar con ojos saltones, oliendo a pescados y fluidos corporales.

El universo era tan cruel.

Enseguida me escondí detrás del mostrador y Rodrigo me llamó repetidas veces apoyándose en el mismo.

-Estoy aquí.- Dije aún desde mi escondite.

-¿Qué haces ahí?.- Rodrigo frunció el ceño y llevó sus manos a sus bolsillos.

Intentando que el chico que me vuelve loco me siga viendo un poco deseable y no disfrazado de una sopa de calamar.

-Ya sabes, limpiando los...bordes.

-Sólo pasaba por aquí y pensaba que podría llevarte, pero ahora que estoy aquí, no sé si es lo correcto porque tal vez tienes a otra persona que te lleve y la verdad no recordé cargar gasolina, pero pensé que quizás estarías muy cansado y sólo...olvídalo.

Retuve una risa al percibir su nerviosismo, sin embargo, mi buen humor se fue al carajo cuando escuché a los jugadores del otro equipo burlándose de Rodrigo.

-¡Ey, maricón, bonita ropa!.- Le gritó uno de ellos.

-¿Tu madre no llora cada vez que te ve?.- Dijo otro y río mientras le lanzaba unas papas fritas.

Rodrigo volteó los ojos y los ignoró, pero yo no me iba a quedar de brazos cruzados. Con mi rostro ardiente de rabia, salí de mi escondite y a pasos apresurados me dirigí al grupo de idiotas.

-Iván, ¿qué haces?.- Me preguntó Rodrigo.

No lo escuché, me quité el sombrero con brusquedad y enfrenté al capitán del otro equipo.

-Vuelve a llamarlo maricón y ya verás a donde llegarán tus dientes de la paliza que te daré.- Amenacé con mi mandíbula apretada.

Rodrigo intentó tomarme del brazo, pero yo lo aparté.

-¿Qué? ¿A caso irrité a tu noviecito?

-Sí y sabes que, él no necesita perder su tiempo en un tipo cómo tú porque no vales la pena, pero yo no tengo miedo de romperte la cara si vuelvo a ver que causas una mínima mueca en su rostro.

Mis amigos no podían abrir más sus bocas por la sorpresa y Juan se levantó de un salto en mi dirección.

-Iván, te meterás en problemas.- Me advirtió.- Perderás tu empleo y si se enteran que causamos problemas, cancelarán el torneo.

Suspiré y retuve la ira que sacudía mis venas. Las ganas de lastimar a cualquiera que le hiciera daño a Rodrigo, me hicieron reconocer que era la persona más importante para mí.

Nadie se metía con Rodrigo, nadie.

-Él tiene razón, pero te ofrezco un trato.- El chico sonrió.- Si permites a todo mi equipo y a mí golpearte como deseemos, no volveremos a joder a tu novio.- Señaló a Rodrigo con la cabeza.- ¿Aceptas?

-Iván, ni lo pienses.- La voz de Rodrigo se oía suplicante.

-Acepto.

-¡Iván!.- Vociferó el castaño, pero lo ignoré.

Los chicos de mi equipo me decían una y otra vez que no lo haga. Mis oídos se volvieron sordos ante las advertencias.

Unos segundos anteriores a salir del restaurante, Rodrigo me sujetó del brazo y me enfrentó con expresión preocupada.

-¿Estás loco?.- Tironeó de mi brazo.- ¡Te van a matar!

Me solté de su agarre y lo tomé del cuello para mirarlo a los ojos.

-Tú lo vales.

Rodrigo negó con la cabeza y yo aproveché su estado de desconcierto para ir afuera con los demás.

Recibí siete puñetazos en la cabeza, cinco patadas en el estómago y mi cara fue arrastrada por el pavimento, todo esto mientras uno de ellos me llamaba marica y grababa vídeos.

Estaba bien porque en ese momento prefería morir que vivir con miedo.

Cuando todos se fueron, Rodrigo se arrodilló frente a mí y me tomó entre sus brazos.

Y cuando pensé que me diría cosas tiernas:

-¡Eres un grandísimo estúpido!.- Expresó y comenzó a llorar.

-Tranquilo, mis pechos salieron ilesos.- Bromeé y sonreí mostrando mi boca llena de sangre.

En ese momento, Rodrigo no sabía si reír, llorar o también golpearme.

Pero aunque aquello dolió más de lo que imaginaba, no dolía más que la idea de perder a Rodrigo porque cuando todos se fueron él se encargó de llevarme al hospital y cuidarme como un bebé.

Y podía jurar que a pesar de las heridas jamás me había sentido tan fuerte sólo por estar junto a Rodrigo.

Boobs || rodrivanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora