1. Juguetes

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Dieciocho años más tarde

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Dieciocho años más tarde...


El viento soplaba fuerte, llevándose con él las hojas que se encontraban desperdigadas en el camino. El cabello de Cruz se agitaba sobre su rostro, metiéndose en sus ojos y en su boca; a pesar de encontrarse trenzado en su nuca, siempre había algunos mechones rebeldes que se escapaban de la trenza. El viento soplaba desde el sur, trayendo consigo un aroma muy particular. Las fosas nasales de Cruz se dilataron en cuanto le llegó aquel aroma que tanto deseaba y a la vez aborrecía. Sangre. Podía oler la sangre, aunque sabía que esta se encontraba a cientos de metros, aspiró para percibir mejor el aroma. Sus ojos pasaron de marrón claro a negro en cuestión de segundos, la oscuridad en sus ojos era tan profunda que reflejaba el paisaje a su alrededor. Apretó sus párpados y contó hasta diez, eso siempre la ayudaba. Al abrirlos estos volvían a ser de su color habitual.

Corrió tan rápido como pudo entre los árboles, hacia la dirección de la cual provenía el aroma de la sangre. Su abrigo, casi tan negro como habían sido sus ojos unos minutos antes, se agitaba detrás de ella enganchándose de vez en cuando en alguna que otra rama. Sus pies parecían no tocar el suelo, era como si volara. Su respiración no parecía afectada a pesar de que llevaba corriendo ya varios cientos de metros.

Cruz se detuvo abruptamente en un claro desde el cual se veía una pequeña casa de madera, caminó con cuidado hasta lo que quedaba de la puerta. El pedazo de madera colgaba precariamente en el marco de entrada amenazando con caer en cualquier momento. Manchas de sangre salpicaban los escalones de entrada y parte de la puerta. Algunas manchas parecían huellas de manos, solo que demasiado grandes para ser humanas. Cruz podía oler la sangre con más intensidad desde donde se encontraba ahora, lo que para la mayoría de las personas podría parecer un olor repugnante, a Cruz la atraía. La sangre era algo que ansiaba, olía a todas las cosas ricas del mundo y su sabor era mucho mejor, incluso mejor que el chocolate. Agitó su cabeza intentando ignorar el deseo que la sangre le provocaba.

Levantó su rostro hacia el cielo, hacia el sol. Solo había dos cosas en este mundo que ansiaban la sangre tanto como ella, pero el hecho de poder caminar bajo el sol como cualquier otro ser humano la tranquilizaba, al menos no era una de las tenebrosas criaturas que habitaban en la noche. Solo era una que podía caminar bajo el sol y mezclarse con el resto de los humanos en el reino.

De pie frente a la puerta comenzó a sentir la impaciencia crecer en su interior. Sabía lo que debía hacer; dar media vuelta, volver e informar a su hermano lo que había encontrado y que alguien más se ocupará de ello, después de todo, no era su responsabilidad. Comenzó a dar la vuelta para volver a su hogar, aunque a estas horas su hermano se encontraba trabajando en su taller de artilugios en el castillo, pero algo la detuvo. Sintió una sensación que le impedía mover los pies, la atracción hacia la casa era muy fuerte. Presionó sus ojos con fuerza e hizo lo que no debía, la única acción que podía cambiar su vida para siempre; ingresó en aquella casa.

La guadaña oscura [Criaturas Nocturnas #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora