La guadaña oscura [Criaturas Nocturnas #1]

22. Cazador

Kaiden Montiel siempre había sido un joven amable, le gustaba ayudar a los demás, a pesar de que era pésimo relacionándose con otros seres humanos. A decir verdad, se relacionaba mejor con los objetos, los entendía mejor que a muchas personas. Los objetos eran lógicos, las personas no. De modo que la única forma que había encontrado de ayudar a las personas sin tener que relacionarse con ellas, era crear bombas.

Por lo que llevaba puestas unas gafas con cristales fotosensibles, para no dañarse más la vista con las explosiones. Había encontrado la forma de retrasar la explosión del prototipo de los "enciendedores", para que le diera el tiempo suficiente de lanzarlos lejos y convertirlos en explosivos contra los necrófagos. Teóricamente el fuego los mataba, pero Kaiden pensaba que la explosión les haría más daño que cualquier fuego que pudiera salir de ella.

Tenía alrededor de veinte segundos antes de que la bomba estallara, sabía esto gracias a que había hecho algunos prototipos y los había llevado al bosque para poder probarlos. Era donde se encontraba en aquel momento, el sol se había ocultado hacía ya un tiempo, por lo que era imposible que hubiera personas vagando por aquel lugar. Además, había conseguido un permiso del rey para poder hacer estallar cosas allí, así que no tendría problemas con ningún guardia haciendo su ronda.

En fin, había contemplado todos los posibles escenarios, como siempre, y estaba seguro de que nada podía salir mal. Se levantó las gafas y buscó el interruptor para activar el artefacto, era muy similar al de su "enciendedor", con la diferencia de que este no soltaba una llama de fuego al accionarlo, sino que hacía un sutil clic y esa era toda la señal que tenías antes de lanzarlo lo más lejos de ti y esperar a que estallara.

Kaiden activó el dispositivo y comenzó a contar antes de arrojar el artefacto lo más lejos posible, le había tomado unos cuatro segundos lanzar el artefacto. Escuchó el sonido que hacía al caer en algún lugar del bosque, esperaba que lo suficientemente lejos de él. En caso de que no hubiera sido así, se alejó corriendo unos cuantos árboles más atrás y se bajó las gafas para proteger su vista, le quedaban unos siete segundos según sus cálculos.

Algo le tocó la pierna, se sobresaltó al instante. Se levantó las gafas y miró donde había sentido que lo tocaron, a su lado había una bola negra con dos enormes ojos amarillos.

―No de nuevo. ―Se quejó al tiempo que su artefacto explotaba a unos veinte metros de distancia.