9. No pasarás

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El sol se ocultaba en el horizonte y las sombras de los árboles se hacían cada vez más grandes, hasta finalmente convertirse en un montón de oscuridad

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El sol se ocultaba en el horizonte y las sombras de los árboles se hacían cada vez más grandes, hasta finalmente convertirse en un montón de oscuridad. Cruz dejó caer la cortina de su ventana y volvió la vista hacía su cuarto. Todo estaba ordenado, la cama impecable sin usar, como de costumbre. No recordaba la última vez que había dormido más de diez minutos allí, quizá en algún momento luego de caer desmayada por estar hurgando en los recuerdos de otras personas.

La realidad era que no necesitaba dormir, a veces tomaba pequeñas siestas, mejor dicho, se acostaba y cerraba los ojos por el simple placer de hacerlo, o para escapar de sus propios pensamientos. Un humano común y corriente, puede sentirse mal por sobre pensar las cosas, ahora imaginemos que ese humano, ser o cosa, no puede ni necesita dormir y puede estar una vida sin necesidad de hacerlo. Todos esos pensamientos acerca de su infancia, su sufrimiento, porque todo el mundo sabe que cuando se está solo, se piensa y no necesariamente en cosas bonitas. Estaba cansada de vivir la mitad de su tiempo con gente que le importaba y la otra mitad del tiempo en su propia cabeza.

Así que además de tener una cama súper ordenada, Cruz tenía libros de todo tipo por todas partes. Desde novelas hasta libros de historia que contaban como se formó el reino e intentaban explicar cómo fueron creados los necrófagos y sus más temibles amigos, los sempiternos. Pero, por desgracia, en ningún libro, ni siquiera en los de ciencias, podía encontrar que era ella. De dónde venía o cuál era su propósito. Incluso había leído libros viejos que hablaban de magia y seres sobrenaturales, que se presumían extintos o eran parte del folclor del reino. Había historias sobre vampiros que bebían sangre y eran extremadamente sensuales, como ella, aunque solo aparecían en los libros de ficción.

Agudizó sus oídos para poder escuchar a su hermano en la habitación contigua, la respiración pausada de Kaiden era claro indicativo de que seguía durmiendo. Había sido una semana complicada con todo el tema del ataque de necrófagos. Tenía que asistir a reuniones con el rey, como de costumbre, solo que ahora tenía pase libre para estar en el castillo todo el tiempo que quisiera y debía tener mucho cuidado de evitar a Themis. Las cosas se habían puesto un poco incomodas entre ellas, gracias todas las bromas que Cruz había estado haciendo y no quería cruzarse con la princesa.

Su gran problema cuando socializaba con los seres humanos corrientes era que no sabía cuándo parar de hacer bromas. Luego, cuando tenía tiempo para pensar en ello, se arrepentía de la cantidad de idioteces que había dicho. Este era uno de esos tantos casos. Además de que estaba evitando cualquier conversación sobre el hecho de que trabajaba para el rey a escondidas de todo el mundo. Gracias a todos los dioses, Kaiden no había querido hablar sobre el tema, solo le había dicho que ya no le ocultara información y habían continuado con sus vidas.

Se sentó en el sillón de terciopelo morado que había insistido en que Kaiden le regalase para su cumpleaños número dieciocho hace unos cuantos meses, y puso sus pies sobre el escabel que hacía juego con el mismo. Retomó su lectura actual, un libro que hablaba sobre brujas y nigromantes. Si aún existían, como sospechaban, Cruz se sentía más parecida a ellos que al resto de los humanos. No por sus poderes, sino porque eran rarezas y el mundo los veía como armas o amenazas, justo como a ella. Eran seres peligrosos, una bruja o brujo podría convertirse en nigromante y usar magia oscura para controlar a los necrófagos o para arruinar el balance en el mundo.

La guadaña oscura [Criaturas Nocturnas #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora