Capítulo 7. Un julio peligroso. Parte 1.

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Me decido a no verla, a irme, a regresar a mi hotel, y ya comprometido solo tener ojos para Dimitri, me decido a retomar mi relación como debe ser, como debo ser. Me dispongo a detener un taxi cuando oigo su voz, me tensiono un poco y ligeramente quito la sortija, la guardo en mi bolsillo y volteo a verla. Ella se acerca con gesto dulce y me saluda de beso, besarla, sus labios, su aroma, ella.

Nos encaminamos a L'opprtunite, pedimos lo de siempre y toma mi mano, la miro sorprendido pero complacido de que lo haga. El día transcurre en el café, nos acercamos más, lo que es curioso, me cuenta sus cosas favoritas, amarillo, abejas, licor irlandés, los atardeceres de otoño, los viñedos y su degustación. Se desnuda ante mí en su ser, en quien es.

Correspondo respondiendo: Lila, cangrejos, wiski, el rocío de las mañanas, las playas y lo refrescante que es el mar. Me desnudo ante ella, claro, no por completo, tendría que decirle que estoy comprometido y eso es imperdonable. No suelta mi mano, y la tarde continúa.

-Algún día debemos vernos en otro sitio que no sea Nueva York. – Comenta.

-¿Cómo San Diego? – Ella sonríe ruborizada.

-¿Irías a visitarme? – Asiento.

-Nos imagino dentro de tus sabanas y no las del hotel. – Añado.

-Nos imagino almorzando y no huevo revueltos. – Responde.

-Nos imagino llevándote café a la cama. – Sigo.

-Nos imagino besándote en los buenos días. – Me acerco y beso su mejilla.

-Nos imagino besándote en las buenas noches. – Susurra en mis labios.

-Nos imagino acariciando tu cabello hasta verte dormir. – Continúo.

-No me imagino dejando esto... - La veo sin saber que responder. Vuelvo a besarla y pido la cuenta.

La noche en el hotel se hizo gratificante, sus manos acariciando mi rostro, mi pecho. Sus labios en mi cuello, mi abdomen, mi miembro. Mis manos apretando sus glúteos, sus piernas, su cintura mientras la hice mía, mientras me hizo suyo, mientras nuestros gemidos unísonos sumergen la habitación del hotel en placer y deseo.

Descansamos, dormimos un poco y en altas horas de la noche me levanto, tomo el celular y reviso los mensajes de Dimitri, tomo mi pantalón para guardarlo allí cuando siento la sortija, la olvide, me olvide de él, del compromiso. Es inexplicable lo que pasa dentro, me siento culpable pero complacido al verla dormir sobre la cama, sobre lo que es nuestra cama, nuestro sitio.

Regreso a la casa y la tomo en mis brazos rodeándola, se acomoda y volvemos a dormir juntos, como si fuésemos uno.

Regresar a casa, retomar lo que es mi vida, colocar la sortija de nuevo en su lugar, volver a ser padre, esposo, prometido.

Bajo del auto cuando veo a Dimitri salir acompañado de una trabajadora social, ella le entrega un documento mientras me acerco.

-¿Sucede algo? – Pregunto tomando su mano.

-Es una trabajadora social, quería revisar las condiciones de vida de Ji-a. – Responde Dimitri tratando de ocultar su rabia, pero yo lo noto de inmediato.

-Lo siento, vendré el siguiente mes, espero entiendan que debe seguir así mientras el proceso judicial continúe y su exesposa quiera recuperar a la menor. – Dice la trabajadora social despidiéndose.

-No te preocupes. – Digo abrazándolo. 

Las trece veces que te viDonde viven las historias. Descúbrelo ahora