kai-daitana

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NT: ¿Están listos, aventureros para un nuevo cap de ADD centrado en Lance?!

Si, Drako. ¡Estamos listos!

Bien, disfrútenlo. NO por ser Lance habrá escena de coito, pero si algo de su pasado. Tengo ganas de escribir a María, pero debo ser fuerte para terminar esto.

Lance se aventuró en las sombrías y laberínticas bodegas de la nave en busca del taller de Matsuo. Avanzó con cautela entre estanterías metálicas atiborradas de suministros, sorteando pasillos estrechos sumidos en la oscuridad, sin que esta menguara su agudeza para distinguir entre las sombras.

El eco de sus pasos resonaba en el vacío, infundiendo una sensación de inquietud que se apoderaba de él, mientras sostenía firmemente a Ronin. Aunque mantenía su mente centrada en la misión, no podía evitar sentir un ligero escalofrío recorriendo su espalda.

Finalmente, se topó con una pesada puerta blindada, cerrada con un código y una minúscula ventanilla corrediza en la parte superior. Al mirar a través de ella, vislumbró una escena desoladora: una veintena de mujeres, vestidas con harapos y marcadas por el abuso, yacían en completo silencio en el interior de la bodega.

Al abrir la trampilla, el chirriar metálico asustó a algunas de las prisioneras, temerosas de ser las siguientes víctimas de ultraje. La presencia sombría de Lance no ayudó a calmar sus temores que desataron una cacofonía de lamentos.

—Tranquilas, soy un guardián. Las sacaré de aquí —anunció Lance, mostrando el medallón que inspiró un destello de esperanza en aquellas miradas ya casi apagadas—. Volveré por ustedes en un momento.

A pesar de sus súplicas, Lance cerró la visera, sabiendo que no tenía la fuerza para forzar la puerta. El uso de magia era una alternativa, pero preferiría que, en casos como este, Drake y Sheila tomaran la delantera, especialmente su amigo, siempre ansioso por ser el héroe que salvaba a las doncellas.

Levantó el acero, avanzó con sigilo preparado para enfrentarse a cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino; con todos sus sentidos alerta y el corazón latiendo con fuerza. Al doblar una esquina, se encontró con una puerta cerrada por un cerrojo grabado en un encantamiento silenciador. Bastó con un naipe y una patada para derribar la puerta en un fuerte estruendo.

Dentro de la habitación, iluminada por una luz ultravioleta que parecía bailar sobre el frío metal, se desplegaba un panorama arcaico y sucio: un suelo de opaco embarrado por manchones de sangre seca.

Las extremidades metálicas, suspendidas del techo por cadenas retorcidas, brillaban con un fulgor siniestro bajo la intensa luz. Una nevera pesada pegada al fondo al lado de una puerta y en las esquinas, los armarios repletos de medicamentos y herramientas parecían guardianes silenciosos de secretos insondables.

En el centro de la sala, una figura alta y encorvada, envuelta en una túnica azulada, se movía con una cadencia casi hipnótica. Su prominente coraza en el torso parecía fusionarse con la maquinaria que adornaba su espalda, creando una imagen grotesca y perturbadora que recordaba a un caparazón de caracol. En lugar de piernas, tenía tentáculos que se retorcían con inquietante vida propia, como si la carne y el metal se hubieran fundido en una amalgama de horror.

Un cuello largo y tubular sostenía una capucha que ocultaba su rostro, mientras que un yelmo grisáceo, con forma de cabeza de mosca de cables conectados a las máquinas de soporte, completaba la macabra vestimenta. Desde los ojos del casco, un holograma granulado proyectaba la helada imagen de un hombre maduro de rasgos de las tierras orientales de Nyashta: cabello oscuro y ojos pardos en piel pálida.

Sus seis brazos metálicos, flexibles y articulados, se movían con precisión quirúrgica, realizando una serie de operaciones sobre un espécimen recostado en una cama reclinable. Este paciente de corpulencia amorfamente grotesca, abierto en canal al remplazar parte de sus órganos con mejoras artificiales, como sus brazos y piernas vueltas hierro al igual que su rostro que albergaba más metal que carne por los múltiples implantes ópticos sobre la placa que abarcaba gran parte de la superficie de rasgos cadavéricos además de una dentadura de hierro sin labios.

EL ASESINO DE DIOSES volumen 1  y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora