Nemea(III)

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El viento silbó desde la oscuridad del umbral y, en un parpadeo, apareció la guardiana veterana hincada frente a Sheila, quien se sobresaltó en posición de lucha, y abarcando una emoción ascendente, borrando al instante el desagrado; esto era todo lo que ella deseaba. Sarah se irguió risueña, permitiendo que las cámaras mostraban su imagen en la gran pantalla en la cima del coliseo.

Sarah Regulus, de piel chocolate oscuro y cerca de dos metros de altura. Poseía una figura atlética de musculatura marcada y piernas bien torneadas. Sus ojos ámbar, ligeramente inclinados, destilaban confianza y energía. Con rasgos de leopardo blanco, una larga cabellera rubio cenizo caía hasta la mitad de su espalda, y sus orejas puntiagudas, adornadas con pendientes, acentuaban su naturaleza inhumana.

Una meneante cola felina se asomaba por un orificio en la parte baja de su espalda. En sus labios, siempre había una sonrisa amplia que mostraba sus prominentes colmillos.

Vestía un leotardo negro ajustado que resaltaba sus músculos tonificados, acompañado de un collar dorado que sujetaba una capa corta blanca sobre los hombros. En el hombro derecho, tenía la marca de la luna blanca. Un cinturón táctico llevaba una piel de bestia blanca hasta las rodillas. Sus brazos estaban protegidos por guanteletes de retráctiles garras doradas sobre dedos expuestos y uñas largas y negras. En las piernas, cubiertas por mallas negras, usaba rodilleras y tobilleras doradas, pero prefería ir descalza para maximizar su velocidad y agilidad.

—¿Disfrutas tu primer regalo por el ascenso, cachorra? —Sarah no mostraba burla, sino un cariño genuino al chocar su mano con Sheila, quien respondió con una sonrisa desafiante.

—A cada segundo, Sarah. No sabes cuánto he esperado por este día. —Desafió—: ojalá que tu posición de noble o nuestra relación te haga blanda, quiero que vayas con todo. El que no uses tu fibra me dice que me estás subestimando.

—Me gusta esa actitud, niña. —dijo orgullosa—, eres mi aprendiz después de todo, mantente a la altura y este es mi traje de gladiadora.

—Hoy somos iguales.

Ambas se dieron una reverencia y tomaron distancia, mientras el contador de diez segundos avanzaba. Finalmente, Lidia dio inicio al combate.

—¡¿Puedes seguirme el ritmo?! —rugió Sarah, su voz cargada de desafío mientras bajaba al suelo, apoyando manos y pies como una bestia al acecho que meneaba la cola.

De un momento a otro, su figura se desvaneció en una explosión de movimiento. El aire alrededor se distorsionó, y una estela de humo y viento violentos se levantó tras ella mientras rompía la barrera del sonido. El rugido sordo de su avance resonó como un trueno en la arena, dejando solo un borrón apenas visible mientras corría a una velocidad inhumana.

Sheila apenas podía seguir su rastro, sus ojos apenas captando sombras de la felina que zigzagueaba como un rayo indomable. El público no pudo contener su asombro; ovaciones ensordecedoras estallaron en el aire, mientras el campo de batalla temblaba con cada paso que Sarah daba, su velocidad una fuerza arrolladora.

—¡Haré más que eso! —gritó Sheila, aceptando el desafío con una sonrisa feroz. Con un solo movimiento, generó llamas bajo sus pies y en sus palmas, utilizándolas como propulsores para catapultarse al aire en un destello ardiente.

Desde las alturas, comenzó a lanzar una lluvia de esferas llameantes, cada una estallando en explosiones cegadoras al tocar el suelo. Sin embargo, ninguna de ellas lograba dar en el blanco; Sarah, poco más que un borrón amarillo, esquivaba los proyectiles con una facilidad aterradora. Algunas de las esferas cayeron sobre el público, pero la barrera transparente que los protegía parpadeó, absorbiendo los impactos con destellos de luz.

EL ASESINO DE DIOSES volumen 1  y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora