Capítulo 4: Ni por todos los caballos del rey

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—Bien... aquí estamos —mencionó Drake, todavía mirando de reojo por si notaba alguna señal de ese ser extraño que había detectado Lance, minutos atrás.

El rojizo trataba de disimular, y no ceder a la paranoia ante la idea de un posible espía. Esa teoría se cimenta al ser tomados en cuenta los acontecimientos del Tridente y posiblemente los guardianes serían considerados demonios para los rebeldes conocedores de la verdad del titán. Era cuestión de tiempo para que pusieran precio a la cabeza de cada uno de los campeones de Trisary.

La presencia desconocida había desaparecido por completo. Por precaución ambos hombres se han dispuesto a andar en terrenos concurridos. Lo que sea ese perseguidor, si es que realmente existió, no podrá realizar ningún movimiento en medio de toda esa gente, en especial si los guardias andaban vigilantes.

En el peor de los casos ese espía sería una unidad suicida. Una batalla campal dentro de zona urbana, sería una derrota absoluta para todos los involucrados, en especial para los civiles.

Los dos guardianes estaban parados en un sendero adoquinado, color blanco y gris. De esquinas cubiertas por jardineras de altos árboles, los cuales proyectaban su sombra, sobre los transeúntes; únicamente eclipsados por el edificio grisáceo de dos pisos con techo de teja. La parte superior se veía una torre en el que albergaba un enorme reloj de manecillas, sobre una leyenda que dictaba "banco nacional". Para entrar se ascendía por unas escaleras, y acababan en un porche sostenido por pilares.

—Tenía tiempo que no venía a un banco que no fuera de Trisary... —agregó Lance—, pero no me es necesario ser un genio, como para no darse cuenta que no puedo entrar... vas a tener que hacer mi tramite por mí, de favor.

—No me digas... —exclamó Drake en tono descarado, en una expresión socarrona—. Me estaba preguntando cuando te darías cuenta, en la entrada o cuando los guardias tengan sus pies sobre nuestros cuellos y cañones de pistolas pegados a nuestras cabezas. Claro lo haré, primer dinero que piensas guardar y no gastar en apuestas.

—¡Corrección! —interrumpió Lance, al sacar una bolsa llena de coronas—, esto fue lo que pude recuperar por jugar a los dados con unos marineros del puerto. En un restaurante de mariscos claro. Ni en broma pongo un pie cerca del mar.

—No puedo decir que me sorprende... ni de forma sarcástica, mataría lo poco de dignidad que le queda al chiste. —Drake se encogió de hombres, para luego tomar el encargo de su amigo.

—Si te acuerdas como hacerlo ¿no? —preguntó Lance—, las pocas veces que mandábamos dinero, Alice se encargaba de tramitar el depósito por los tres.

—¡Claro que sí! —exclamó tajantemente—, ¿Por quién me tomas, idiota?

«No puede ser tan difícil, lo hice algunas veces tiempo atrás. Lo que bien se aprende nunca se olvida», pensó Drake aguantando los nervios y por sobre todo no ser evidente.

—¡Oigan ustedes!

Se escuchó una voz prominente desde la entrada del banco. Lance y Drake voltearon y se encontraron con dos guardias acercándose hacia ellos, no viéndose muy amigables. Estaban Envestidos en armaduras de piezas ligeras sobre ropas acolchadas y pistolas enfundadas.

—¿Quiénes se supone que son ustedes? —preguntó el primer guardia.

—Aquí vamos de nuevo... —bufó entre dientes el rojizo con desfachatez, tras aclarar su garganta puso su mejor intento de actitud extrovertida y sacó su medallón, el cual lo identificaba como un guardián, en el que se encontraban todos sus datos—. ¡Hola, estimados caballeros! Somos dos guardianes temerosos de Dios y al servicio de los Templarios. Vinimos a hacer un trámite y...

EL ASESINO DE DIOSES volumen 1  y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora