Capucha y ojos rojos.

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Tres días después de la masacre en Ovejeros, la plaza del pueblo se llenó de una marea silenciosa de aldeanos, convocados por un comunicado del ejército, en el que se prometían apoyos como despensas y prendas de vestir.

Un aire frío cortaba el ambiente, haciendo que las personas se envolvieran más en sus manos y temblaran ligeramente. En el centro del mercado, justo sobre la fuente de agua, los esperaba el Alfil, aquel ángel robótico con una serenidad inquietante.

Las personas, confundidas por la presencia de dicho ser y por las pocas carpas vacías que había, se concentraron en el silencioso sarcófago alado, comprendiendo que la razón de la reunión era esa entidad.

Detectado un número de individuos que superaba la centena, la criatura comenzó a emitir una melodía armoniosa y tenue, que se extendió por el gran megáfono del pueblo chatarrero. La música, etérea y cautivadora, se deslizaba por las calles, atrayendo a aquellos que aún no habían acudido. La plaza se llenó de gente, todos en un trance hipnótico, sus ojos en blanco y las mandíbulas flojas, salivando inconscientemente frente al ángel robótico.

Desde una colina cercana, una avanzadilla militar aseguró la zona, dirigida por Owen, recién ascendido a teniente. Drake observaba la escena a través de un holograma del cubo en su guantelete rojo, el dispositivo conectado de forma inalámbrica a los gólems voladores enviados para traer visión del evento en el mercado.

—¿Segura que quieres ver esto? —preguntó Drake a la joven de la capucha roja, su voz teñida de preocupación.

—Al menos una última vez —musitó Liliana con el rostro decaído, sus ojos enrojecidos y ojerosos, despidiéndose de aquel lugar que llamó hogar. Su voz apenas era un susurro, cargado de tristeza y agotamiento.

—Está bien —afirmó Drake en voz tenue, mirando a Liliana con inquietud, consciente del dolor que aquello le provocaba.

—Protocolo "Cortina de Humo" iniciado —comunicó Owen Richard desde la radio de su casco. Su mirada se mantuvo fija en la multitud del holograma, sus pensamientos ocultos detrás de unos ojos fríos y calculadores.

—¿Cómo es que esta cosa no nos afecta a nosotros, teniente? —cuestionó Liliana, embelesada por la proyección del Alfil.

—Una cosa es que lo escuches y otra que estés dentro de su rango de alcance. —Owen hizo una pausa, no estaba acostumbrado a ser llamado por su nuevo cargo—. El cual se ha extendido por medio de unas cargas que hemos colocado a lo largo y ancho del asentamiento.

—Cortesía mía —Sheila se apuntó con el pulgar, en una afilada sonrisa arrogante con sus alas golpeando la lámina de la armadura temblorosa, con ganas de salir. No perdió la oportunidad de vanagloriarse.

—Y algunos de mis... —Owen cortó su frase por un punzante dolor de cabeza que le hizo sacar un gruñido rasposo, y un hilo de sangre se resbaló de las fosas nasales. Tras limpiarse con una pañoleta, deslizó desde el interior de su abrigo unas pastillas calmantes, murmurando para sí mismo—: maldita sea, de nuevo.

—¿Se siente bien? —preguntó Drake, sobresaltado.

—No es nada, me recuperaré con el tiempo. —Owen levantó la mano para que no lo tocara y pudiera terminar de espabilar.

—Sí... c-claro.

Sheila evitaba mirar fijamente al teniente, avergonzada por haber perdido el control y provocarle secuelas físicas. Estaba a punto de decir que se iría a hacer vigilancia, de no ser por unas señas de mano de Drake en las que pedía que se quedara, incitándola a que mirara a su alrededor. La mayoría de los cruzados, fuertemente armados, no vislumbraban con buenos ojos a Liliana. El tenerla presente, era suficiente advertencia para que nadie intentase algo en contra de Liliana.

EL ASESINO DE DIOSES volumen 1  y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora