Cazador de Bestias (II)

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En las afueras de Palistra, Drake avanzaba con lentitud por el valle. La niebla ocultaba el sol en una penumbra gris que se mezclaba con un asqueroso hedor a vegetación podrida y carne descompuesta.

Eran los rastros de la bestia que atormentaba ese lugar. Se detuvo frente a la gruta y examinó con cuidado la entrada, enmarcada por un marco oxidado. La oscuridad del lugar lo amenazaba con hacerlo caer al más mínimo descuido, pero Drake avanzó, decidido a llegar hasta el final de la caverna, donde algo metálico lo esperaba.

Aquella puerta, muy similar a otras que había encontrado en los últimos días, pero algo en ella parecía diferente.

—Esta cosa pudo soportar bombardeos de naves y el poder de los dragones. Dudo que resistiera un Eterno Silencio y la radiación.

Sus dedos se deslizaron por el frío de la estructura derruida, evocando imágenes de un pasado bélico. No era difícil imaginar a los soldados que alguna vez habían estado allí, ocultos bajo tierra durante los días de la conquista del Dragón Negro.

Ahora, la criatura que cazaba había reclamado esos túneles como su guarida, todo resultado de una fallida invocación de la Isla de las Sombras. Las huellas frescas en el suelo indicaban que había salido hace poco, probablemente en busca de comida.

Una sombra pareció moverse dentro de la oscuridad, como si lo observara desde las profundidades. Drake apretó la mandíbula, resistiendo el impulso de adentrarse en el túnel. Las reglas eran claras: no podía entrar antes del tiempo acordado. Si lo hacía, perdería su pago. Dio un paso atrás, sus músculos tensos.

—Hoy no —susurró, alejándose del búnker.

Al caer la noche, volvió a la taberna "Dulce Hogar". El lugar estaba casi vacío, la suave melodía de una vieja rocola llenaba el aire, mientras el tabernero, Wallace Curth, limpiaba unos refractarios con indiferencia.

—¿Cenarás algo hoy, Drake? Puedo prepararte tu "Fiesta de Cerezas". —Wallace levantó la vista al verlo.

—Esta noche no, Wallace. Quiero ir a la cama —suspiró Drake, tomando de su botella de agua.

—¿Solo o acompañado? —preguntó con una sonrisa pícara.

Drake lanzó una mirada cómplice, ajustando su capa. —Kira está esperándome, ¿verdad?

—Te ha agarrado cierto cariño —comentó Wallace, dejando la copa sobre la barra—. Ya se fijaba por la ventana por si volvías. Me preocupa que quiera irse contigo al final de tu aventura, compadre.

Drake soltó una leve risa—. Para nada, ella solo quiere mi dinero. —Subió las escaleras y, al llegar a su cuarto, percibió un extraño aroma.

Al abrir la puerta, la sensual silueta de Kira lo esperaba sobre la cama, solo cubierta por las sabanas. Su piel morena resplandecía bajo la suave luz de las velas aromáticas, mientras sus tatuajes parecían danzar al compás de las llamas, absorbiendo su calor. Ella lo mirada llena de deseo, como una cazadora lista para devorar a su presa.

Las uñas largas recorrieron la tela de las sábanas, recordándole las marcas que ya le había dejado en la espalda. Lo incitaba, desafiándolo a acercarse. Los rizos dorados de su cabello caían sobre sus hombros desnudos, creando un contraste tentador con su piel oscura. Las largas orejas puntiagudas se asomaban entre los mechones, pero lo que realmente lo capturaba eran esos ojos felinos, dos destellos de ámbar que lo devoraban desde las sombras.

—Otro día sin adentrarte en esos túneles, guardián, ¿eh? —dijo Kira, estirándose en la cama, con una sonrisa provocadora—. Pareces estar esperando algo que aún no llega.

EL ASESINO DE DIOSES volumen 1  y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora