Tormenta de espadas. Parte 2

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Aquel desgarro en la realidad emitía un zumbido envolvente, eclipsado por el crujido de exoesqueletos rompiéndose entre los chillidos de la guerra civil de los cantadores, desmembrándose entre ellos. En el corazón de la batalla, los campeones de ambos ejércitos se enfrentaban.

El calor sofocante envolvía a los contendientes, cargado con la intensidad del enfrentamiento. Cada movimiento resonaba con un estruendo metálico, el choque de las armas y el crujido de la piedra creando una sinfonía de batalla en la iluminada mina.

«¡El día de nuestra venganza ha llegado!», exclamó el alter ego, sediento de sangre. Drake se esforzaba por ignorarlo y concentrarse. «Eran seis», se repetía en las múltiples voces dentro de su cabeza, una cacofonía que lo impulsaba, nublando la promesa.

—¿Seguro que quieres pelear conmigo? No hay comparación entre mis construcciones estigma y las tuyas; incluso sin mi cuerpo original, creé a Echidna para ser un excelente recipiente, cubriendo exponencialmente el aspecto físico. —Advirtió la serpiente al bloquear con sus alas-guadaña una serie de latigazos de cadenas, despidiendo chispas en cada choque infructífero—. No tienes oportunidad alguna. Si decides desafiarme, el sacrificio de Clayton habrá sido en vano.

—¡No vuelvas a pronunciar el nombre de mi padre! —Drake retrajo las cadenas, ganó distancia fuera del rango de un coletazo y disparó una oleada de cuatro jabalinas desde las puntas de sus tentáculos, seguidas por múltiples flechas.

—¿Por qué no habría de hacerlo? No tengo nada que lamentar, al contrario de ti. —La serpiente se desplazó en zigzag, y desviando los proyectiles golpeándolos con sus alas-guadaña, hasta acortar la distancia lo suficiente y arrojar un doble tajo de sus espadas—. ¡Mírate, eres insignificante! Intentas imitar su estilo de pelea, reduciéndote a no ser más que su sombra, ¡la copia de un fracasado!

Drake respondió con un latigazo de largas cadenas con luceros del alba, desviándose ambos ataques en el choque y retrocedió de un ágil salto al ver venir un coletazo. Se cubrió con sus tentáculos en cruz y el golpe lo envió a estrellarse contra una pared cercana a varios metros por encima del suelo, levantando escombros, formándose un agujero marcado por su figura, en el que estaba sin aire y sosteniéndose por sus extremidades extra.

Esa defensa impidió sufrir un daño considerable. Drake salió del aturdimiento al ver cómo la serpiente levantaba un pedazo de roca para arrojárselo. Giró hacia un costado, evitando por poco ser aplastado por el proyectil que sacudió la mina, levantando una lluvia de escombros y polvo.

Con los sentidos agudizados por la adrenalina, el guardián volvió al combate al saltar de la pared rocosa. Surcaba el aire con gracia letal, sus ágiles saltos impulsados por los tentáculos que brotaban de su espalda. Sus movimientos eran un ballet mortal, deslizándose de pared en pared con precisión sobrenatural.

Mientras tanto, la serpiente colosal azotaba con su cola, destrozando las rocas y enviando fragmentos afilados volando como proyectiles. Los escombros se alzaban en el aire como una tormenta de polvo, ocultando momentáneamente la furia del enfrentamiento.

Al volver a tierra, Drake leyó la secuencia de latigazos y saltó por encima de la barrida del tentáculo, pero tuvo que retroceder al sentir la muerte cerca cuando las dos alas se cerraron como una tijera. Se vio obligado a evadir al desplazarse, con los tentáculos retraídos en cuatro picos, ante la danza de las alas-guadañas que cortaban el aire en un rango de diez metros.

Escuchaba la risa de la serpiente, chirriando los aceros retráctiles. "Danza de Espadas", una combinación de defensa y ataque, dándole un rango amplio de alcance. Era arriesgado intentar acercarse; la serpiente dominaba el espacio que los rodeaba.

EL ASESINO DE DIOSES volumen 1  y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora