Beso helado, abrazo entre alas de cristal. Parte 2

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Drake había buscado mujeres con rasgos no humanos en los burdeles, esperando que pudieran resistir su fuerza, pero con poco éxito. Siempre debía ser pasivo, lo que llevaba a comentarios de las cortesanas sobre su pereza como amante y hería el orgullo profesional al no poder llevarlo al clímax.

Además, temía embarazarlas e infecciones por posibles fallos en los métodos anticonceptivos. Terminaban exhaustas mientras él se satisfacía solo. Nunca había estado con alguien que pudiera seguir su ritmo, hasta esa noche.

Comenzaron despojándose de sus ropas, explorando el sabor de sus intimidades mutuas en tierra firme. Ella sabía tan bien para su boca, la escuchaba guiándolo en leves murmullos entrecortados por gemidos ahogados, alentándolo y elevando su ego.

El frío y húmedo del cuerpo de su amante contrastaba con el calor de las aguas termales; creando balance. Sus cuerpos se aplastaron con pasión, su virilidad respondió al roce de sus montes, y su larga lengua partida en dos lo reclamó, despertando una fogosidad en el guardián que ya no podía contenerse, haciéndola suya primero tomándola de las caderas, entregados al frenesí de sus pasiones.

No pensó en ninguna de las consecuencias que traería ese encuentro, más fuera de disfrutar de estar dentro de ella. La escuchaba gemir agudamente, como sus largas uñas azules arañaban la espalda, mientras que tomaba sus pechos degustando de sus pezones con toda una lujuria almacenada y al por fin soltarse al grado que el suelo tembló.

Con cada movimiento, la guerrera emanaba una fuerza magnética que lo atrapaba, dejando un camino de mordidas en su cuello y clavícula, conectadas por el rose de su lengua. Era una diosa guerrera, una criatura de ensueño hecha realidad, lista para conquistar y ser conquistada en el campo de batalla del deseo.

En un parpadeo ella estuvo encima, entregada a una pasión que la hizo sacar sus alas con los brazos extendidos a la altura de los hombros, y luego atrás de su nuca con los ojos cerrados en un gesto de puro éxtasis. El aire que liberaban las alas lo hacían sentir más frio, el calor de las aguas termales se contraponía, pero nada más importaba para Drake, su mente se había ido, era puro cuerpo.

Pequeñas espinas rojas salían del torso velludo de Drake, sus ventanas del alma se tornaron esmeraldas al expulsar un aliento ardiente, al levantarse abrazándola por la cintura sin detener al va y viene. Por primera vez podía soltarse, controlaba la armadura que parecía desear ayudarlo de forma instintiva, escuchó como ella le pidió sin aliento; "déjate ese fuego en los ojos".

Terminaron sin necesidad de siquiera de las sus manos, pero eso no bastó. Continuaron su frenesí en la habitación de Drake, en la que los esperaba unas botellas de agua; cortesía de Lance. Juntaron las camas, y volvieron a unirse hasta altas horas de madrugada en la que acabaron acostados el uno al lado del otro, bajo el manto oscuro de la noche.

Después del encuentro, un silencio denso se apoderó del ambiente. Drake intentaba convencerse de lo que acababa de suceder, pero su mente se llenaba de mil pensamientos sobre lo que vendría después. Los nervios comenzaron a dominarlo nuevamente, superando a su propia razón, después de haber sido arrastrado por la lujuria que ahora lo abandonaba.

Sentía un extremo frio por lo que envolvió todo su cuerpo con las sábanas. Su pelvis dolía, el peso de ella se hacía sentir y en algunos momentos su fuerza lo superó, exigiéndole todo de sí mismo. Su espalda ardía por los arañazos, al igual que sus rodillas enrojecidas por el suelo rocoso en el que se apoyó; necesitó volver al agua tras el primer asalto.

Drake se sentía vulnerable, consciente de que fallar el método anticonceptivo su semilla podría traicionarlo y buscar germinar, a menos que la larga vida de su amante hubiera quemado su fertilidad.

EL ASESINO DE DIOSES volumen 1  y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora