Capítulo 17: La sombra del pistolero. Parte 1

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Nada era real aun cuando deseara lo contrario, no podía negar los instintos de temple bélicos vibrantes en la sangre. Drake se desplazaba a paso alerta, al bajar una vereda pedregosa de terracería amasada ante el paso de vehículos y el trotar de los cascos de los animales. Bastos forrajes de medio metro color esmeralda que alcanzaban hasta donde llegaba la vista, subían y bajaban tal cual dunas en un reflejo del trigo en el invierno.

La mano del hombre tomó conquista en esas tierras, pocos arboles cubrían con su sombra el campo, evitando la formación de bosques, permitiendo el correcto pastoreo. Cercas de alambres de púas alzados por palo rosa, "el muro viviente" creaban divisiones en la finca, gestionando el ganado separándolos en tamaños.

La pangola regía en ese mundo sobre cualquier otro tipo de vegetación, fulminando la maleza. Había otros como la estrella, paran y guinea, más sin embargo ninguno podía compararse a ese pasto, uno que Drake conocía muy bien.

—Era el favorito de papá... —Observaba a los lados en acelerado corazón latente, presa de una marejada de sentimientos contrarios en colisión.

En las ocasiones que alcanzó a escuchar las conversaciones de Clayton con sus clientes, detectaba que siempre alababa la pangola como el mejor pasto de engorda. Tales afirmaciones fueron comprobadas por Drake, al proponerlo como el factor principal en la finca "la doncella" gobernada por Anabel Blair.

Estaba en la finca del padre, "los potros salvajes" después de tantos años, pareciese que ha vuelto de alguna manera a esa tierra, o tal vez a una materialización copiada de la misma. Drake temía haber caído en la trampa de un enemigo, por lo que buscaba cualquier indicio de algo fuera de lugar y logre escapar. Intentó pellizcare, pero no salía del sueño, podía sentir leve dolor, algo lo mantenía dentro de la ilusión capaz de engañar los cinco sentidos.

Se alejó de la vereda al llegar al final de la pendiente, alcanzó el límite de la cerca al internarse en los campos que llegaban hasta la cintura. Para Drake ningún otro rancho se comparaba al lugar donde estaba. Era hermoso y gestionado en eficacia digna de un profesional, incluso despertaría la envidia de las costosas fincas de los barones.

Constantemente el padre criticaba el trato que daban los otros granjeros a sus tierras, negándose a invertir en meter subsuelo cada cuatro años para que la tierra respirase, matar las plagas de maleza al momento de ver manchones en el potrero. Decía que lo primero era el mantenimiento del terreno, antes de meter animales de forma seguida sin dejar descansar la división. El trato que daba a los campos, se reflejaría en el resultado de la engorda en los animales.

El caminó lo llevó al límite del alambre de púas, en donde se detuvo a escrutar el entorno. Al indagar en el páramo sombrío del pensamiento, recordó que la última acción fue irse a dormir tras un día de vigilancia y entrenamiento, por lo que debía estar en un sueño, uno de carácter vivido.

Tomó dos alambres y los juntó con la mano presionándolos. Envestido por la imponente indumentaria carmesí, el guantelete protegía del daño, más no lo volvía insensible y mucho menos invencible. Todo lo que sucedía era real, aun cuando no podía serlo. Atrás de la cerca se encontró una enorme presa de la que bebían becerros rojizos.

Algo raro estaba sucediendo en ese lugar, y al tratar de encontrar la clave del despertar, una idea le perforó el cráneo, sobresaltándolo. La imagen de la mujer de alas negras llegó a la cabeza, teorizando de que toda esta simulación era causa de ella.

Aun cuando no estaba del todo seguro si la entidad fue real o no, el sueño sería una oportunidad para averiguarlo. Se sentía como si estuviese en el mundo físico, sobrecogiéndolo la incertidumbre, estaba en pleno control y si el cuervo se encontraba aquí, podría obtener unas respuestas.

EL ASESINO DE DIOSES volumen 1  y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora