«Permítele dejar su marca en tu piel sin límites, que la única regla sea el placer, que el único precepto sea el gozo infinito de su cuerpo ,de su lengua, de sus besos, que tu único límite sea el calor infinito de éxtasis ebullendo en tu vientre, que tu única meta sea arder en el fuego de la lujuria y el placer».
Ambos sabían que Eric no estaba allí para debatir acerca de sus problemas familiares, sino para hacerlo olvidar del mundo. Hacerlo perder de esa realidad que, muchas veces, odiaba. Los besos de lengua lo enloquecieron. Felipe, de pronto, no supo el día, ni la hora, solo entendía que ese momento sería inolvidable.
—Lo haces con mucha prisa—susurró Eric y besó las comisuras de los labios—, déjate guiar.
Felipe lo hizo. Se entregó a los besos profundos, a esa lengua que escudriñaba su boca sin descanso. Le gustaba el modo en que jugaban. Apoyó sus manos sobre los fuertes pectorales de aquel hombre que por lo menos le llevaba veinte centímetros de estatura.
Felipe desconocía si, para los hombres, perder la virginidad era un trámite o una memoria perpetua. Su amigo Ander apenas recordaba al chico con el cual tuvo su primera vez. Sus compañeros de gimnasio ni siquiera albergaban en la memoria a sus aventuras de hacía veinticuatro horas atrás, sin embargo, Felipe era diferente, siempre lo había sido. Tenía una sensibilidad que pocas personas entendían.
Eric lo estrechó en sus brazos, entretanto sus bocas no se daban descanso. Felipe se cobijó en el cuerpo musculoso todavía vestido. Era enorme, el tipo de hombre que a él le gustaba. Acarició su pecho envuelto en la tela suave. Eric también lo hizo, hasta que atrapó uno de los pezones con sus dedos índice y pulgar, y lo retorció. Felipe gimió.
La lengua de Eric abandonó su boca para pasearse por su cuello, y su mandíbula cuadrada. Los besos húmedos se transformaron en succiones. Felipe jadeó, sus piernas trémulas en cualquier momento le fallarían. Un fuerte chupetón resonó en la base de su garganta.
—Por favor.
—¿No te gusta? —preguntó Eric con su voz agitada, volviendo a la tarea de pincelar con su lengua su mandíbula y su cuello.
—No es eso—replicó Felipe sin dejar de acariciar el cuerpo magro y fibroso—. Se verán las marcas en mi cuello y no quiero habladurías. Mañana debo competir en la final. Si no me presento, con seguridad mi mejor amigo, a quien vencí hoy, no me lo perdonará.
Eric comenzó a abrir la camisa blanca de su amante. Lo hizo con suavidad, y una vez que se deshizo de los botones, la deslizó por los brazos suaves y delgados.
—Você é uma beleza—expresó Eric, haciendo caso omiso a todo lo que Felipe le había dicho. El arrebol que tomaron las mejillas del tenista lo deleitó.
—Obrigado—replicó Felipe con cierta vergüenza. Pocas veces hablaba en portugués.
—Los brasileños siempre me parecieron muy sexis. Debo confesar que nunca he estado con uno.
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Breakpoint - Bilogía Matchpoint libro 1 (+18)
Romance¿Qué estás dispuesto a hacer para mantenerte en el juego? Todos tenemos una adicción, todos necesitamos un aliciente que nos impida volarnos la cabeza con un arma después de perder a todos los seres que amamos. La adicción de Eric Morgan es el sexo...