Felipe y Eric tropezaron en la cama en la cual cayeron. Las cortinas estaban abiertas y las luces apagadas. La luz de la luna ingresaba y permitía que las sombras de la lujuria y el danzar de dos cuerpos dispuestos fuera visible. Eric levantó la camiseta azul de Felipe y salpicó besos en el abdomen. Su lengua se hundió en un caliente itinerario, en donde cada lugar albergaba puro placer.
Felipe gimió cuando la lengua pinceló sobre el pezón derecho. La boca se cerró sobre el botón rosa y lo succionó con intensidad. La sensación se expandió por todo su cuerpo. Sus dedos se atenazaron al cuello de ese hombre musculoso para después surcar la espalda vestida.
Eric jugaba con su pezón derecho, y sin despegar la lengua de su piel caliente, ascendía para deslizarse por el cuello, el mentón, y encontrar sus labios. Felipe desabotonó la camisa de su amante como pudo. Los últimos botones estaban rebeldes así que, dio un tirón y estos se desprendieron de la tela.
—Acabas de romper una camisa que me gusta mucho. —Se burló Eric. Felipe la deslizó por sus brazos.
—Ella tuvo la culpa, no quiso ceder.
Felipe hizo un puchero que encendió la libido de Eric. Buscó el cinturón del pantalón y lo desajustó. Felipe bajó su propia cremallera, y levantó la pelvis para que su amante pudiera deshacerse de la molesta prenda.
Felipe enganchó su pierna derecha a la de Eric. Lo tumbó de espaldas sobre el mullido colchón, se humedeció los labios con seducción, y Eric le sonrió.
—Dime, quién eres y qué has hecho con el dulce Felipe Becerra.
—Digamos que he tenido un gran maestro en las artes amatorias.
—Pensé que se había comportado como una mierda—dijo Eric. Felipe tragó saliva cuando sujetaba la verga húmeda en sus manos.
—En realidad lo hizo, pero ya lo perdoné.
—Pues ese imbécil es muy afortunado—agregó Eric. Felipe se encogió de hombros. Sus dedos resbalaban por el trozo de carne desde la base a la punta. El pulgar jugó con el glande.
—La verdad no podría decir que es afortunado. —Felipe se inclinó sobre el trozo de carne y deslizó su lengua sobre él—. Le toca arriesgar su vida por mí ahora.
—Créeme, de seguro lo hará gustoso, si la chupas como aspiradora.
—¿Así? —Felipe introdujo el miembro completo en su boca y succionó.
Eric gimió, sus brazos cedieron para caer por completo en el colchón. Felipe se ahogaba por momentos. El oxígeno era insuficiente, pero el hecho de ver así de excitado a ese hombre divino valía el esfuerzo.
Eric, de vez en cuando, lo observaba. Felipe era consciente de que no lucía atractivo. Su cara parecía una bolsa de box de color morado y rojizo. Tenía toda la nariz y parte de las mejillas surcadas por vendas blancas.
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Breakpoint - Bilogía Matchpoint libro 1 (+18)
Romance¿Qué estás dispuesto a hacer para mantenerte en el juego? Todos tenemos una adicción, todos necesitamos un aliciente que nos impida volarnos la cabeza con un arma después de perder a todos los seres que amamos. La adicción de Eric Morgan es el sexo...