¿Qué estás dispuesto a hacer para mantenerte en el juego?
Todos tenemos una adicción, todos necesitamos un aliciente que nos impida volarnos la cabeza con un arma después de perder a todos los seres que amamos. La adicción de Eric Morgan es el sexo...
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Londres, Inglaterra. Tres meses después.
Eric se frotó las manos frente al volante después de su quinta cita fallida.
—¿Qué sucede cariño? ¿No te pongo?
—Lo lamento, será mejor que me vaya.
—Por favor, si habíamos quedado...
—No estoy de humor para esto.
«Maldito bastardo».
«¿Qué mierda te pasa?».
Se lo preguntó más de una vez ese día y todos los que vinieron después. La rutina dejó de ser rutina y se transformó en un escape. Entrenaba todas las horas posibles con el objetivo de que el cansancio le quitara lugar al pensamiento, a ideas cochambrosas que tenían un único protagonista. Decidió cambiar su número de celular y borrar su perfil de Tinder el mismo día que salió del cuarto de esa estrella de tenis que era mucho más que las fotos y los vídeos con los cuales se había extasiado.
Ahora, todo tenía un sabor diferente. Cada imagen de ese hombre desnudo y envuelto en fino encaje representaban más que lujuria. Eric, por primera vez desde hacía mucho tiempo, tuvo miedo.
El temor a este sentimiento que poblaba su pecho, que le quitaba la poca cordura que le restaba después de luchar para salvar su vida durante meses. Sus enemigos ya no molestaban, al contrario, los que quedaban se replegaban bajo la sombra de los negocios, no obstante, Eric estaba roto física y psicológicamente.
—¿Qué pasa hermanito? ¿Te has enamorado que andas cabizbajo?
Era una mala broma, una pésima, de las peores que se le habían ocurrido a su hermano Anael, el cual, se colocaba las vendas en las manos para entrar en combate o para golpear la bolsa de box, La misma que Eric aporreó con puños y patadas hasta que cada músculo llegó al límite.
—No te esperaba por aquí—dijo Eric con seriedad mientras caminaba hacia donde estaba su bolso y sacaba una toalla—. Yo podría sugerir lo mismo, ya que no has aparecido en estos días.
—He estado abocado a la tarea de investigación—dijo ufano—.Tú sabes que el demonio está muy enfocado.
—¿Y qué encontraste? —preguntó dispuesto a esquivar cualquier interrogatorio incisivo por parte de Anael.
—La perra de Mayka Callum sigue en España—esgrimió Anael con una sonrisa—. Uno de mis contactos en Inteligencia me confirmó. —Eric chasqueó la lengua.
—Era de imaginarse que todavía estaba en Europa—agregó—¿Qué ha dicho Bryce?
—Nada—. Anael le dio una sonrisa irónica—, como si no le importara, o quizás estoy malinterpretando las señales.
