¿Qué estás dispuesto a hacer para mantenerte en el juego?
Todos tenemos una adicción, todos necesitamos un aliciente que nos impida volarnos la cabeza con un arma después de perder a todos los seres que amamos. La adicción de Eric Morgan es el sexo...
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Si solo este momento fuera eterno,
si las almas pudieran hablar,
más allá del cuerpo físico.
Si tan solo el anhelo fuera un hecho,
si con un beso pudiera borrar las distancias.
Si este encuentro fuera más que carne.
Si, solo si.
Un golpe fuerte en la puerta trajo a Felipe a la realidad de una cama enorme y vacía. La luz daba de lleno en su rostro, y sus ojos dolían por el resplandor. Un nuevo golpe. Felipe intentó despabilarse, hizo un esfuerzo enorme por abrir sus ojos entrecerrados. La luz ardía. Quiso incorporarse cuando un dolor sordo atravesó su cuerpo como un relámpago. Felipe gritó y cayó a la cama. Se sentía como si lo hubiesen mutilado. El ardor escurría y le provocaba temblores en las piernas. Los golpes en la puerta de la suite eran incesantes. Felipe luchó con su cuerpo, sus extremidades no respondían a las órdenes de su cerebro.
—¡Ya voy! —gritó a viva voz, cansado de los golpes y la prisa que no lo estaba ayudando en nada.
«No vas a tener fuerza para presentarte en el partido».
El último mensaje de Ander resonó en su cabeza. Lo había advertido, y Felipe hizo oídos sordos. Subestimó la situación, la pasión de ese hombre y la suya.
Con las escasas fuerzas que le quedaban se puso de pie. Se colocó una bata para cubrirse, y se sostuvo de la pared hasta llegar a la puerta. Fue en vano querer mantenerse erguido, le dolía hasta pensar.
«Puedes hacer esto».
Respiró profundo y abrió la puerta a su entrenador quien lo miró de arriba abajo horrorizado. Felipe parecía una víctima de algún accidente de tránsito. Era como si un camión lo hubiera arrollado.
—Carajo ¿qué te ha sucedido? —preguntó Mirás.
—Mi estómago—.Fue lo mejor que se le ocurrió, ni siquiera podía caminar.
El hombre quiso dar pasos hacia el interior de la suite, pero Felipe no se lo permitió.
—Déjame ayudarte.
—Quiero estar solo.
—Felipe, el torneo...
—Mirás, no voy a ir. Solo vete y déjame solo.
—Van a descalificarte no puedes faltar—advirtió el entrenador desesperado.
—No puedo dar un paso, Mirás—añadió Felipe con tristeza—.Por favor vete
El entrenador asintió sin ganas y salió de la habitación. Felipe caminó hasta la recámara una vez más. Buscó un par de analgésicos, y los ingirió.
