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VIII. Entrenamiento

A medida que la pasión entre ellos continuaba escalando, Jungkook no pudo contener el impulso de llevar a Jin a su habitación, aún besándolo con ferocidad mientras avanzaban por el pasillo. Cada toque, cada caricia, solo avivaba el fuego que ardía entre ellos, llevándolos hacia el punto de no retorno.

Una vez dentro de la habitación, la urgencia se hizo más intensa, y Jungkook comenzó a despojar a Jin de su ropa con manos ávidas y desesperadas. Las prendas cayeron al suelo en un montón desordenado mientras el deseo se intensificaba, envolviéndolos en un torbellino de pasión y desenfreno.

Sin embargo, en medio del frenesí, un recuerdo doloroso atravesó la mente de Jungkook como un rayo. La imagen de su difunta esposa, la sensación de su ausencia pesando sobre él como una losa, lo golpeó con una fuerza abrumadora. Se detuvo de golpe, sus movimientos bruscos congelados por el remordimiento y el dolor.

El shock de la realidad lo sacudió, recordándole el lugar en el que estaban, la cama que compartía con su esposa antes de su partida. La idea de profanar ese espacio sagrado con sus acciones lo llenó de angustia y culpa, sacudiendo su corazón con un torrente de emociones encontradas.

Con el corazón encogido de dolor y culpa, Jungkook se apartó bruscamente de Jin, su respiración agitada y su mirada perdida en la distancia. Jin, confundido y desconcertado por el repentino cambio de actitud, intentó acercarse para continuar, pero este lo rechazó con un gesto brusco.

Con un semblante alterado y ojos llenos de angustia, Jungkook apresuradamente cubrió el cuerpo desnudo de Jin con una sábana, apenas dándole tiempo para reaccionar antes de echarlo de la habitación con un gesto brusco y una mirada furiosa.

Jin, atónito y herido por el rechazo repentino, se quedó parado en el umbral de la habitación, su mente zumbando con una mezcla de confusión y dolor. No entendía lo que acababa de pasar, pero sabía que algo había cambiado entre ellos, algo que no podía ignorar ni negar, incluso si intentaba convencerse de lo contrario.

Jin regresó a su habitación con el corazón pesado y los ojos llenos de lágrimas, su mente revoloteando con un torbellino de emociones contradictorias.

El dolor de ser rechazado por Jungkook se aferraba a él como un peso en el pecho, aplastando su espíritu y hundiéndolo en la desesperación. Mientras se dejaba caer en la cama, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, un torrente de emociones abrumadoras que no pudo contener.

Se repitió a sí mismo una y otra vez que no debía llorar, que no había razón para derramar lágrimas por un matrimonio falso, por un hombre que no sentía nada por él. Pero las lágrimas seguían fluyendo, una expresión tangible de su dolor y sufrimiento, una manifestación de la profunda herida que había dejado el rechazo de Jungkook.

La inseguridad se apoderó de él, envolviéndolo en un abrazo frío y despiadado. Se miró en el espejo, su reflejo devolviéndole la imagen de un hombre roto y vulnerable, plagado de dudas y temores. Se preguntó si era su cuerpo flaco lo que lo había vuelto repulsivo a los ojos de Jungkook, si su falta de experiencia lo había convertido en un amante indigno.

Cada imperfección, cada defecto, parecía magnificarse en su mente, alimentando su inseguridad y su autodesprecio. Se odiaba por ser débil, por permitir que las acciones de alguien más afectaran su autoestima de esta manera. Pero por más que intentara luchar contra esos sentimientos, no podía evitar sentirse perdido y desesperado en medio de su propia tormenta emocional.

Con el corazón roto y el alma destrozada, Jin se dejó caer en la oscuridad de la noche, las lágrimas aún fluyendo sin cesar. Sabía que no sería fácil superar el dolor de ser rechazado, pero también sabía que no podía permitir que ese dolor lo consumiera por completo. Con cada respiración entrecortada, se aferró a la esperanza de que algún día encontraría la fuerza para sanar y seguir adelante, incluso si el camino hacia la recuperación parecía oscuro y tortuoso en ese momento.