Es el cumpleaños de uno de sus socios más grande, sentada en la mesa donde todas las mujeres deben permanecer y pobre de aquel que se nos acerque, porque cualquier hombre de seguridad les volará la cabeza.
-Que bueno que no tienes hijos, no sabes lo que es lidiar con tu hombre y un niño, es como vivir en el purgatorio.- dijo una de las mujeres envuelta en abrigos de piel carísimos.
-No necesito tener un hijo para vivir en el infierno.- bebí de mi martini.
-De todas, eres la que mejor vive, tienes muchísimos lujos.- se quejó otra rodando los ojos.
-Y de qué me sirve tener lujos si no puedo presumirlos más que a las empleadas..- volví a tomar mi trago.
Ninguna de nosotras somos íntimas, no nos reunimos a tomar el té porque tenemos prohibido salir y estamos atadas a los sillones mientras nuestros maridos se follan a las prostitutas que contratan para estos eventos.
-Señora, debemos irnos, hay enemigos en el perímetro.- Rodeé los ojos mientras él se agachó para retirarme la esposa de mi tobillo pero, eso no fue suficiente, tuvo que pasar su mano por mi pierna desnuda y estoy segura que alguien ya le informó el perro rabioso de mi marido.
Caminé escoltada saliendo por la puerta de atrás, me subí al auto y a los segundos mi marido entró oliendo a trago y con la nariz baja llena de coca. Pasó su brazo sobre mis hombros mientras absorbía su nariz y me sonreía mostrando su diente de oro puro.
-Así que estuviste provocando a uno de mis perros.- sujetó mi rostro con fuerza apretando mis mejillas.
-Él se inclinó y me tocó la maldita pierna.
-Ay, Lizzy, Lizzy, Lizzy, no trates de hacerte la santa porque todos aquí saben que eres una perra provocadora, con esos ojos que hipnotizan a cualquiera.- lo miré furiosa y para mi sorpresa me soltó bruscamente para encender un cigarrillo.
No volvió a tocarme.
Llegamos a su casa en silencio con el sudor y el alcohol haciendo una combinación asquerosa. Subí a la habitación para despojarme del vestido y los tacones con ayuda de mi mucama, también me ayudó a quitarme los pasadores del cabello que me lastiman el cráneo.
Envuelta en el camisón de tirantes de seda rosa, quité las sábanas para buscar un segundo de paz en la cama, sentí como me tomó del cabello y me tiró al suelo. Aunque el tenga la fuerza de diez hombres siempre intentó defenderme a como de lugar, aún así aquello no impide que termine muy lastimada.
-Ésto es para que a todos les quede claro que está perra, tiene dueño.- lo pateé en la piernas y él me lanzó un golpe cerca de la boca que se me llenó de sangre enseguida.
Me arrastré hacia la puerta un poco desorientada pero, su mano alcanzó a sujetarme por el cabello poniéndome de pie de un salto, me obligo a caminar y me estampó contra la pared.
-Voy a arreglarte ese ojo que le guiñaste al cabrón.- estiré mi mano para rasguñar o hacerle daño, pero como ya lo había mencionado, él tiene mucha fuerza y mi cabeza contra la pared no ayuda mucho para defenderme, aún así lo intento.
Tiró de mi cabelló y estrelló con fuerza mi cabeza contra la pared.
Solté el grito cuando el dolor atravesó mi cabeza nublandome la visión, caí de rodillas sin sentidos, entre neblina ví las gotas de sangre manchar la fina alfombra. Fuí arrastrada por el pasillo siendo sujetada por mi cabellera que no sabía cuánto más resistirá pegada a mi cráneo.
-Maldita perra traicionera, eres una malagradecida.- me recoste boca arriba al borde de las escaleras.- No serías nadie sin mí, tú debes rezarme, yo te salvé, yo soy tu Dios.- tosí por el patazo que me dio en las costillas.
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Dark Romance [#1]
Teen Fiction¿Amamos de verdad? ¿O solo tenemos miedo a estar solos?