Es imposible que él siga vivo pero, su cicatriz horrible en su frente afirma que la bala le atravesó el cerebro pero no lo mató. ¿Estaba alucinando por la droga? ¿Este era el final del camino para una adicta forzada?
-¿Robert?
-Ya se, ya se, me extrañaste cielo, pero no te preocupes, las cosas volverán a ser como antes, aún sigues siendo mi esposa, Elizabeth.
-Alejate de ella, Rob, no tienes permitido acercarte a esta casa.- dijo Massimo apuntando con su arma.- Estás exiliado de la familia Morelli.
-¡Por favor, soy el mayor, este imperio me pertenece! - le gritó y, aún con su mano en mi cuello me empujó hacia Massimo quien me sujetó para luego ponerme trás él.- Esa perra de ojos cielo es mía, fue mía por cinco años y sigue siendo mía.
-Yo firme los papeles de tu desahucio.
-Sigo vivo cariño, no te librarás de mí tan fácilmente y eso te consta Massimo. Mientras Antonio no esté yo soy quien lleva la casa, ahora, si me disculpas, tengo asuntos pendientes con mi querida esposa.
Massimo bajó el arma y se apartó dando pasó a Robert, agachó su cabeza.
-¿Qué haces?- le pregunté aterrada cuando él se empezó a acercar.
-Un año sin sexo por tu culpa, me duelen las bolas y tu vas a complacerme, esposa mía.
-¡No, Massimo, haz algo carajo!
-No puedo señora, le pido que me perdone.
Me tomó por la trenza y tiró de mí haciéndome caer de culo para arrastrarme hacia las escaleras. El monstruo no estaba muerto y ha vuelto de entre los muertos para tomar venganza por haberlo dejado.
Los hombres fueron diseñados para lastimar a las mujeres, no ha habido hombre que no se haya llevado la satisfacción de dañar o matar a una mujer y el señor Robert Sanders se lleva el título del hombre más hijo de puta que Dios puso en la tierra para volverla un infierno.
No puedo sentir la cara, sus ronquidos no me dejan dormir y me duele horrible el cuerpo, estoy sudando desnuda en medio de la madrugada con mi pie atado al suyo para que no escape pero, mi vejiga pide evacuar el líquido retenido.
Me senté lentamente para intentar quitarme el nudo que había hecho, me tomó más de lo necesario quitar el nudo pero, finalmente lo hice. Lentamente bajé mis piernas de la cama, me puse de pie lo más lento posible, le di la espalda y cuando me disponía a dar un pasó hacia el baño, su mano me sujetó del cabello y me tiró de vuelta a la cama.
-¿A dónde carajos vas?
-Al baño, al baño...- dije nerviosa, no quería otro golpe más, estaba muy adolorida y no sabía si iba a aguantar más.
-Que sea rápido.- me empujó por la cabeza, me puse de pie y corrí al baño, hice mis necesidades y, cuando me acerque al espejo para lavarme las manos volví a ver a la Elizabeth de hace un año, herida, envuelta en dolor y miedo, abrazada por un concepto de amor disfrazado de hombre.
Una mujer herida que se cae a pedazos por un hombre ¿qué estupidez, verdad? pero él crio ese miedo en mí y él es el unico que puede manejarlo a su manera para tenerme a sus pies como una idiota que, sabe que tiene todo el coraje de dispararle a cualquiera pero no a él, no a él. Y eso es lo que más me jode y me lastima.
Han pasado los días y mi voz se ha apagado, los gritos se han vuelto parte de las noches insomnicas por las heridas en mi cuerpo que no me dejan dormir y lo extremadamente violento que se ha vuelto a la hora de follar, me tiene adolorida y muy destruida. El síndrome de abstinencia me está golpeando muy duro, las pastillas empiezan a acumularse dentro de mi almohada y no sé cuánto tiempo más pasará hasta que Massimo se de cuenta que no estoy así por los golpes, si no por la falta de droga.
ESTÁS LEYENDO
Dark Romance [#1]
Ficção Adolescente¿Amamos de verdad? ¿O solo tenemos miedo a estar solos?