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Hana, la hija de Bokuto, se encontraba emocionada pero también un poco nerviosa. Había empezado a sentir algo especial por un niño de su salón, y aunque era solo un niño, su corazón latía con fuerza cada vez que lo veía. Sin embargo, sabía que su padre Bokuto no estaría contento con la situación.
Un día, mientras compartían tiempo juntos, Hana decidió confesarle a su padre sobre sus sentimientos hacia el niño en la escuela.
Hana: Papá, ¿puedo contarte algo?
Bokuto, notando la seriedad en la voz de su hija, asintió con curiosidad.
Bokuto: Por supuesto, Hana. ¿Qué pasa?
Hana: Verás, hay un niño en mi salón que me gusta mucho...
Las palabras de Hana fueron interrumpidas por una expresión de sorpresa en el rostro de Bokuto. Por un momento, se sintió desconcertado y algo celoso ante la idea de que su niña estuviera creciendo y empezara a sentirse atraída por otros.
Bokuto: Ah, ya veo... ¿y cuál es tu plan respecto a eso?
Hana: Papá, lo siento si te molesta. No quiero hacer que te sientas mal...
Bokuto: No, no te preocupes, Hana. Solo... solo quiero asegurarme de que estés bien y que te estén tratando bien.
Aunque Bokuto intentaba mantener la calma, en su interior luchaba con la idea de que su pequeña Hana estaba creciendo y empezaba a interesarse por otras personas. Se sentía inseguro y preocupado por lo que esto significaba para su relación con su hija.
Con el tiempo, Bokuto se dio cuenta de que su reacción inicial provenía de su amor y preocupación por Hana. Aunque le costaba aceptar que su niña ya no era tan pequeña, entendió que era parte natural del crecimiento. Decidió apoyarla en sus elecciones y estar allí para ella, sin importar lo que el futuro trajera en términos de amores juveniles. Juntos, padre e hija enfrentarían cada desafío que la vida les presentara, fortaleciendo aún más su vínculo familiar.
