V. El retrato | ⑱

372 30 20
                                    



Locrian no podía permanecer quieto mucho tiempo, se rascó la nariz y escuchó su nombre provenir en tono amenazante desde los labios de Elliot.

—Locrian.

—¡¿Qué?!

—Quédate quieto.

—¡Pero si me pica, por un demonio! ¿Qué no puedo ni rascarme? —Ante su indignación perdió la posición en la que estaba, por lo que Ballard le golpeó con un libro enrollado en la cabeza a modo de castigo. Locrian le dio una patada en el trasero.

La pintora que lo retrataba a él y a Primrose, delineaba con su pincel los tonos rosados en los labios de la rubia. La joven estaba sentada en un exquisito sofá de terciopelo púrpura, con su largo cabello hacia un lado, y con su otro hombro descubierto, al igual que una porción de su cuello. Vestía de blanco con telas finas que caían en un corte recto hasta parte de sus pantorrillas, aquel vestido poseía perlas cosidas en él. En su cabello bellas gardenias blancas complementaban esa aura rica, pero sencilla a la vez.

Locrian vestía una camisa blanca con flores de encaje en la zona del pecho y unos pantalones negros que simulaban formalidad. Aunque Elliot pudo convencer a ambos de usar prendas delicadas para su primer retrato, Locrian sugirió que era justo utilizar prendas que definieran el estilo y personalidad de ambos. Que fueran joviales, no tan solemnes, ya que el cuadro que la artista pintaba era más bien un recuerdo para ellos, no un retrato que mostrara la elegancia y opulencia de los herederos Cruthadair.

—¿Por qué no quieres aparecer en la pintura, Elliot? Deberíamos estar los tres —dijo la joven, quién ya tenía un pequeño espasmo en el ojo a causa de mantenerse en la misma posición por más de una hora. Creía que no podía hacer ni el más mínimo movimiento.

—Porque deben tener retratos los dos solos, como hermanos.

—No soy su hermano —protestó Locrian.

—Será el primero de muchos, en el próximo apareceré también, pero aquel será mucho más grande. Estará destinado al vestíbulo —indicó el centenario.

Elliot paseaba por aquella sala para supervisar que todo saliera bien, incluso en una actividad de tan poca relevancia quería estar presente.

—Con el dinero que eso cuesta, podríamos haber subido el salario a los sirvientes que trabajan en la plantación —mencionó Locrian.

—¿No te gustan los retratos, Locrian? —preguntó Primrose.

—Me gustarían si fueran baratos, y si no tuviera que quedarme quieto tanto tiempo. Es decir, sé que soy increíblemente hermoso, que todos están tan enamorados de mí que desean capturar mi belleza en una pintura, pero no sirvo para una vida de noble. Yo quiero hacer cosas útiles. ¡Ya me cansé! —sentenció él y salió corriendo, Elliot lo persiguió hasta el umbral de la puerta.

—¡Locrian! ¡Regresa aquí ahora!

La solemne artista hundió su pincel en el frasco de agua.

—No se preocupe, Lord Ballard. Puedo terminar el retrato desde este punto. En unos días estará listo.


Tras varias lunas, en un andar alternado con pequeños brincos alegres, la rubia recorría aquella mansión. En lugar de parecer la ama y señora de aquellas paredes, más bien lucía como una especie de cordero bebé que había logrado ingresar a un sitio lleno de juegos y nuevos estímulos. Su vestido se mecía con tanta libertad como el cabello suelto.

Ante cada obra de arte que decoraba las paredes, permanecía unos minutos admirando el talento de pintores inmortales cuya expresión los humanos jamás serían dignos de admirar. Obras hiperrealistas, con un movimiento nítido entre cada trazo, decoraban cada muro. Ella trató de encontrar algún patrón para formular una historia que enlazara cada cuadro con el que proseguía, pero no consideró el hecho de que aquello era imposible, puesto que cada pasillo albergaba las obras surtidas de varios artistas.

Corazón Vampiro 🫀 | YA EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora