XII. Visitante

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Tras un largo sueño, Primrose se encontraba preparando un intento de ratatouille, pero Locrian no podía dejar de besarla y abrazarla por la espalda. Parecía un adolescente enamorado.

—¡Basta, nos iremos al infierno! La Biblia dice que los hermanos no pueden hacer estas cosas —dijo ella.

—La Biblia es más falsa que las ganas de vivir de Mortem —rio Locrian—. Además, son reglas para los humanos. ¿En qué parte dice que los vampiros no podemos hacer eso?

—¡Pero yo soy mitad humana! No quiero que la mitad de mi cuerpo se vaya al infierno —sonrió la joven, igualmente divertida y cariñosa.

Besos iban y venían por parte de ambos. Él le robó una rebanada de tomate para probarlo.

—Mmm, a Elliot le gusta con un poco más de pimienta. Guardémosle un poco, de seguro regresará de mal humor y quejándose del mundo —mencionó el gitano.

—¡Claro!


Las noches pasaron rápido tras el retorno de Elliot, y un periodo feliz llegó a las tierras Cruthadair. Cuando tenían tiempo libre, Primrose enseñaba al gitano a leer, pero no era solamente con él con quién pasaba sus lunas, sino con ambos vampiros. Se sentía segura, cómoda y completa, aun cuando los mayores discutían por cosas triviales.

A escondidas, ella recibía sesiones de besos por parte de cada uno. Locrian sabía que la joven compartía sus besos con Elliot, sin embargo, Ballard jamás dio indicios de saber nada al respecto, y ella no quiso decírselo. Todo funcionaba bien así, Primrose no deseaba que el mayor odiara a su medio hermano, además, ninguno de los dos solicitó un compromiso, por lo que no tenía presente el formalizar una relación.

—¿Pueden enseñarme a bailar? —preguntó la joven una noche, distrajo a ambos de una pelea que sostenían, una pequeña batalla porque Locrian quería usar el sofá de Elliot.

—¿Qué quieres aprender a bailar, palomita? ¿Danza del vientre, Zulu, Tarantela, Vals, Cancán? —preguntó el gitano, tomó su mano y la hizo girar sobre su eje. Elliot se sintió un tanto aliviado de que el castaño dejara de molestarlo.

—¡Vals! Jamás he ido a un baile ni nada similar. ¡Debe ser hermoso! Con enormes vestidos, ¡con máscaras! —Los ojos de la joven brillaron. Desde luego, la aristocracia debía aprender aquellos bailes ante las reuniones sociales importantes. Bailar era esencial para conocer gente, y en el caso de las mujeres, para conseguir un marido—. ¿Tú sabes bailar, Elliot?

—Sí, por desgracia.

—¡Quiero aprender! Tenemos la noche libre —insistió ella.

—Bien, yo te enseñaré. Es realmente sencillo cuando no es un baile coreográfico —dijo Locrian. Se quitó la chaqueta para conseguir mayor comodidad, entonces, movió la mesa de centro para tener más espacio y se irguió; empleó una postura ejemplar y posó la mano de la joven sobre su hombro, mientras, sostuvo la otra, luego la acercó por la cintura.

—¿Has estado en un baile antes, Locrian? —preguntó con un obvio temblor. Aún para esa época, el Vals podía ser visto por sectores más religiosos como algo demasiado cercano y atrevido entre dos personas.

—Sí, me he colado a un par. Todos ahí van a conocer nuevos pretendientes, como si fuese una exhibición de mojigatas —dijo el joven.

Marcó un compás lento para guiarla, al parecer la mestiza poseía dos pies izquierdos al momento de danzar, pues le costaba comprender e intuir los movimientos de su compañero.

Corazón Vampiro 🫀 | YA EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora