Él le había dicho que lo amaba. Elliot le dijo que también lo amaba, y Locrian le creía. Pero aunque ese desborde de emociones y recuerdos le tenían el corazón palpitando como si fuese un adolescente, no podía evitar sentirse cohibido y avergonzado de ser desvestido así en aquella cama que tenía el aroma a sándalo por todas partes. Se sintió sumamente especial de haber sido traído a la cama de Elliot, de estar allí bajo su yugo; era como un sueño al que no sabía cómo responder.
Había atado su cabello a duras penas para que no estorbara la mezcla de sus labios. Justo sobre su cuerpo, Elliot continuaba tocándolo, besándolo, adueñándose de su Locrian. El gitano jamás imaginó que Ballard podía comportarse así, que podía sostener sus manos, comerle la boca a besos, perder su compostura y emitir un aroma tan intenso, como si quisiera que este se quedara en la piel del castaño.
—Elliot...
—Quiero que esta noche hagas todas las cosas que siempre deseaste hacer conmigo.
—No sé si una noche será suficiente.
Locrian limpió sus lágrimas, Elliot se deshacía de las últimas prendas que envolvían a su chico. El gitano se cubría casi con pudor, su lenguaje corporal suplicaba que no le mirara, que no contara los lunares en su piel, que no lo viera así de expuesto.
—Por favor, espera... Elliot...
Ballard jamás había visto a Locrian tan vulnerable, y todo prejuicio desapareció. No importaba cuántos amantes hubiese tenido, sabía que el gitano jamás había abierto su corazón así con nadie. No existían trucos de seducción, ni pretensiones, ni violencia, ni palabras obscenas, solamente ellos dos tal y como realmente eran.
—Muérdeme... —pidió el centenario—. Bebe mi sangre, y yo beberé la tuya.
Atrapó la espalda del más bajo y lo acunó dulcemente, le ofreció su cuello. Primeramente, el castaño aspiró su aroma, sintió los latidos del desnudo pecho del más alto, y se sintió increíblemente protegido. Quiso quedarse unos segundos más en el arrullo de sus pálpitos, hasta que los colmillos brotaron y procedió a hundirlos en el cuello del rubio. Sus labios se tiñeron del rojo de aquella sangre.
Elliot lo inclinó levemente para exponer su cuello, así bebió de él también. Locrian entrecerró sus ojos, soltó un jadeo y permitió que su sangre alimentara al hombre que amaba. Y tras aquel pacto, Elliot le besó.
Lentamente, entre sus piernas, Ballard se mecía y le embestía con un cuidado poco propio de él. Ambos se besaban, pero su actividad favorita era mirarse. Elliot contemplaba la palidez del vampiro bajo sus manos, su pecho parecía mármol griego, y podía observar aquel punto que los unía acoplarse a la perfección. Su miembro se hundía y reaparecía dentro del túnel del joven, atacaba a su cálida próstata en cada roce, tanto, que era imposible para el gitano moderar su volumen, o siquiera controlar sus movimientos en aquellas sábanas.
—Eres hermoso, Locrian —susurró el rubio.
—No me mires, no lo soy... nunca lo he sido.
El castaño trató de tapar su rostro cruzando sus antebrazos sobre este, pero Elliot insistía en verlo, y atrapó sus manos otra vez. No tenía idea de lo inseguro y vulnerable que podía llegar a ser, pero aquella faceta le llenaba el corazón de dicha. Aquel era Locrian realmente.
Elliot comenzó a estimular la hombría del más joven. Aceleró el ritmo del acto, no iba a durar mucho tiempo más.
—Mírame. Acabemos juntos.
—No lo hagas adentro, por favor. Es demasiado íntimo... —suplicó Locrian, ya que siempre creyó que inseminar a alguien, o dejarse inseminar, era como una invitación inconsciente a formar una familia. Solo había derramado su esperma en el interior de Primrose, pero nunca permitió que nadie se derramara en él. —Si lo haces... me estás haciendo una promesa...
Elliot no dejó que siquiera le explicara en qué consistía tal pacto, pues lo consumó con un beso, al tiempo que se hundió tan profundo como pudo en él, dejando que su esperma llenara el canal del castaño. Locrian se retorció con levedad cuando el orgasmo lo envolvió también. No importaba cuál promesa era aquella, Elliot estaba dispuesto a cumplir cualquier compromiso o deseo que su amado propusiera.
Elliot creía amar a Cael, pero en realidad solo era calma lo que sentía junto a él. Su corazón siempre siguió al gitano.
La tradición de hacer a los jóvenes tener su primera vez a cierta edad en un burdel era, y sigue siendo, bastante usada en algunos pueblos. Muchas veces los padres eran quienes pagaban a una prostituta para su hijo. Aquello puede generar un severo trauma en la persona, ya que nadie debería iniciar su vida sexual por presión.
ESTÁS LEYENDO
Corazón Vampiro 🫀 | YA EN FÍSICO
VampireEn 1850, la reina Victoria reinaba con pulcritud y recato a los ingleses, pero una vez que el sol se ocultaba, era Lord Byron Cruthadair quién regía a las criaturas de la noche. Tras el repentino suicidio de este patriarca vampiro, sus tres heredero...