XXVI. El carruaje | ⑱

162 15 13
                                    


Los Warmblood habitaban en Blackpool, aquel era uno de los más grandes clanes subordinados de los Cruthadair. Aquel grupo de vampiros no se parecía al resto de clanes, ya que consistía en varios núcleos familiares conviviendo en una villa con varias casas y terrenos.

La mayoría de ellos eran alegres escoceses de cabellos rojizos, de talentos inigualables y una actitud hogareña de absoluta amabilidad. Los Warmblood, tal como su nombre lo sugería, eran pacíficos y se alimentaban únicamente de sangre animal. La prueba viviente de que era posible para un clan sobrevivir sin recurrir a la violencia y el miedo, aunque bajo la opinión realista de Elliot, solo habían permanecido íntegros y libres de amenazas debido al gran número de vampiros colindando en la misma área. Ningún clan atacaría a una agrupación semejante.

Una caravana cruzaba desde Winchester hasta Blackpool, en medio de aquel conjunto de carruajes viajaba Primrose, Elliot y Locrian, que habían sido invitados a celebrar una fiesta tradicional de aquel clan subordinado. Un par de clanes pequeños y sirvientes se habían sumado a aquel trayecto para mayor seguridad.

—No puede ser más llamativo este viaje. Parecemos un cortejo fúnebre ¿A quién se le ocurre asistir en un conglomerado de carruajes blancos? —se quejó Locrian mientras miraba a través de la ventana, aunque no podía ver más que siluetas borrosas debido al vidrio polarizado.

—El color blanco atrae menos luz solar, la refleja. Nos cocinaríamos de calor si fueran oscuros —explicó Elliot, quien evitaba aquella sensación de encierro concentrándose en su lectura.

—¡Yo ya me estoy cocinando de calor, demonios! Ni siquiera puedo dormir —se quejó el gitano.

Y era cierto, los tres se hallaban sudando. Junto a Elliot, un montón de prendas de vestir se encontraban amontonadas, solo mantuvieron consigo los ropajes que el límite de sus pudores les exigía conservar.

—Estoy mareada... —dijo Primrose, quien, aunque trataba de dormir, no podía.

Afuera del carruaje, un infierno de luz solar bañaba el camino y hacía que las piedras expelieran ondas transparentes bajo las ruedas. Pero no tenían otra alternativa que viajar durante dos días y dos noches, pues la lejanía con aquel enorme clan no daba permiso a una vía más corta que aquella.

—Piensa en las hermosas pelirrojas Warmblood, Locrian. Piensa en las pelirrojas Warmblood—se dijo el gitano a sí mismo.

Seguramente, cuando la noche llegara, tendrían que hacer una parada en algún lago, mientras los caballos descansaban, allí podrían remover el sudor que corría por sus inmortales rostros y cuerpos.

—Chicos, lo siento mucho, pero me quedaré en ropa interior... no puedo más con el corsé y mi vestido —se disculpó ella, y comenzó a deshacerse de aquellas prendas. Bajo el vestido llevaba tan solo una enagua corta y blanca, además de un bustier de satén.

—Adelante, estamos en confianza. No creo que en este contexto apocalíptico Elliot moleste con su moral arcaica —dijo Locrian.

—Hagan lo que quieran, pero cállense. Déjenme leer.

A pesar de aquel calor desértico, Elliot era quién mejor sobrellevaba dicha situación, pues el control sobre su propia mente le permitía restarle importancia al calor y regular su propia temperatura. Aunque claro, no lo suficiente como para poder conciliar el sueño o impedir que su perfume se derritiera en pulcras gotas que humedecían sus prendas, aun así, el aroma continuaba imperturbable.

Locrian ganaba un segundo lugar en la competencia de tolerar el calor, ya que estaba más habituado que la rubia a los viajes. Muchas veces emprendió camino en carruajes con techo de tela en pleno desierto, ocultándose en algún baúl, o como polisón en la zona de carga de un barco. Pero ella no.

Corazón Vampiro 🫀 | YA EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora