IV. Creadores.

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Tras la magnificencia del vestíbulo, sucedía una enorme puerta roja con detalles tallados, los cuales mostraban la historia de aquel maravilloso don que los tres poseían. Algunos segmentos enseñaban el origen, pero el más grande mostraba a Lord Byron, quién mediante una mordida transformaba a mortales en criaturas de la noche; aquello se simbolizaba con el sol a su izquierda y la luna a su derecha.

—¿Estás lista? —preguntó Locrian, quien vestía inusualmente formal, al igual que ella.

Era domingo, el día en el que debían prestar sus servicios y crear nuevos vampiros, por ello el vestíbulo estaba lleno de miembros de otros clanes, dichos que acompañaban a jóvenes mortales deseosos de poseer la vida eterna.

—Estoy algo nerviosa ¿Y si se me cae baba mientras muerdo a los aspirantes? ¡Qué vergüenza!

—¡No puede ser! ¡Yo tenía exactamente la misma preocupación! —carcajeó el gitano. Su risa fue tan escandalosa que varios de los invitados y sirvientes voltearon a verlos.

Ambos estaban tan habituados a los regaños y protocolos de Elliot, que inmediatamente voltearon a su alrededor en una clara autocensura, pero nadie les reprendió por mostrarse naturales.

—Sigo sin tener un asunto del todo claro. ¿Por qué casi nunca vemos a sirvientes en la mansión? Todos estos rostros son tan nuevos para mí —señaló la rubia.

—Muchos de ellos viven en sus propias casas, cerca de la plantación. Imagino que necesitan tener su privacidad para no sentir que están trabajando durante siglos —dedujo Locrian.

—¿Has ido a esas casas? Me gustaría pasar tiempo allí, conocer a nuestros subordinados.

—No creo que Elliot esté de acuerdo con eso. Él ya evita relacionarse con sirvientes, ni siquiera les deja entrar más allá de la sala de tronos, solo lo hace en estas instancias. Oí que varios años atrás, cuando el viejo tieso aún vivía, se permitía que varios sirvientes y guardias lo escoltaran por toda la mansión. En lugar de continuar con eso, Ballard centró todas las defensas en los alrededores, en la gran entrada y las posibles rutas donde otros vampiros podrían venir a atacarnos.

—Así... sí atacan la mansión, no podrían rodearnos a todos. Nosotros tendríamos rodeados a los intrusos —añadió ella.

—No sé si ese sea el motivo, pero está bien por mí. Realmente no soportaría una vida parasitaria donde otros lavaran mi ropa y prepararan mi comida. Aunque tengamos que hacer ciertas tareas, y esté obligado a vivir con ustedes, intento conservar un poco de independencia.

Aquello era cierto, los tres se habían organizado para realizar algunas tareas domésticas, y así hacerse cargo de la mansión sin requerir demasiada ayuda de sirvientes. Además de esas labores básicas, también se turnaron tareas de administración de los bienes; repartir salarios, recibir y enviar cartas a otros clanes, modificar constantemente el registro de cada vampiro que nacía, entre otras tareas propias de los terratenientes. Locrian evitaba a toda costa involucrarse en esas actividades, era mucho más asiduo a labores que le parecían simples, como los trabajos domésticos. Elliot, al contar con mayor experiencia, se encargaba de las labores importantes y difíciles, pero siempre que surgía una decisión importante, se acercaba a los otros dos para preguntarles su opinión. No importaba que la respuesta de Locrian siempre fuera: "Haz lo que quieras, cabeza de roca", y la de Primrose, un vacilante: "No lo sé, ¿qué piensas tú, Elliot?".

Pero la tarea más relevante estaba a punto de dar inicio. La sala de tronos era el sitio más amplio de aquella mansión. En lugar de poseer dos pisos, como el resto de aquella casa, la arquitectura de ese salón contaba solo con uno, con un amplio cielo adornado de telares rojos y tonos dorados. Había pinturas deslumbrantes, además, el suelo poseía un exquisito material del extranjero. Muchas cosas en el mundo inmortal eran invaluables, mucho mejores que los más grandes lujos que cualquier acaudalado podría adquirir.

Corazón Vampiro 🫀 | YA EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora