XXIV. Tregua

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La primera vez que Elliot vio a Locrian y a Primrose besándose fue cuando ambos se encontraban en la sala de los libros milenarios. Elliot bajó a buscar una copia para un nuevo clan subordinado, cuando los encontró allí.

Ambos leían uno de aquellos libros escritos con la perfecta prosa de un inmortal famoso. Ella recitaba versos, entre risas y susurros, y Locrian le robaba besos en las mejillas y en su desnudo cuello. Él iba a intervenir como siempre y separarlo, genuinamente creyó que se trataba de uno más de los invasivos coqueteos del joven, pero entonces, el gitano ladeó el rostro de la rubia y ambos compartieron un beso, uno dulce, pero con indecorosa profundidad.

La primera reacción de Ballard fue tocarse el pecho, pues sintió una punzada en el corazón, sintió que el aire contenido en sus pulmones también batallaba por abandonarlo.

¿Por qué se besaban así? A juzgar por esa clase de besos, aquel no era el primero. ¿Qué tan lejos habían llegado? ¿Eran amantes? ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Debía hablar con Primrose? ¿Poner a Locrian en su lugar? ¿Con qué moral podía reprenderlos si él también la besaba así en ocasiones? Se sintió engañado, pero también, se culpó a sí mismo, porque quizás fue él el responsable de que un ángel como ella hubiese normalizado tener ese tipo de contacto con otros hombres. Al principio, también culpó a Locrian por aprovecharse de ella, sin embargo, jamás culpó a la mestiza.

Decidió que hablaría con ella en el momento que la rubia decidiera confesarlo, cuando se sintiera cómoda de pedir un consejo, o de esclarecer el tipo de relación que Elliot tenía con ella. En algún momento, la confundida mente de la muchacha decidiría a cuál de los dos deseaba desposar, y jamás pudo cultivar algún sentimiento negativo por ella, porque él le había fallado al enseñarle sobre el sexo sin compromiso.

No pudo arrebatarla de los brazos de Locrian, si fue él quien la arrojó a ellos.


Los días pasaron, ya era un secreto compartido el que ambos se habían vuelto amantes de la joven, pero ninguno hablaba al respecto, solo fingían que nada ocurría. Era una dinámica extraña, sin embargo, a pesar del estereotipo de un triángulo amoroso, Elliot no podía detestar a Locrian, ni Locrian podía odiar a Elliot. Una prueba de ello llegó un día jueves.

El gitano jamás había fabricado una casa para aves, pero luego de hacer un bosquejo rudimentario, decidió comenzar a construir aquel regalo para la rubia. Necesitaba reponer, de alguna manera, lo que había hecho con aquellos huevos de su codorniz, así que dibujó una casa grande, con un cubículo que tuviera una única entrada circular donde el pájaro podría hacer su nido. Además de eso, quería situar una tabla debajo con hendiduras para semillas y agua.

Su proyecto era ambicioso, ya que quería incorporar además unas ramas que simularan un árbol miniatura junto a la casa, donde la codorniz podría detener su vuelo y descansar.

La parte divertida fue tallar la madera que iría en el techo de aquella casita, ese diseño simuló un tejado, y lo hizo bastante bien, pero en cuanto a mediciones, se percató de que algunas piezas no encajaban entre sí. Lamentó no usar una regla y hacer todo con aproximaciones por instinto.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Elliot.

Locrian se encontraba de pie frente a aquella mesa, había borrado y vuelto a dibujar el círculo de entrada de aquella casa, pero su poca experiencia utilizando un compás le suponía un problema.

—Hago una casa para el pájaro de Prim. Pensé en comprar una, pero creo que es un gesto más lindo hacerlo con mis propias manos.

Elliot se acercó a ver las piezas, y mientras acomodaba sus gafas, se posó detrás del castaño para comenzar a inspeccionar aquellos trozos de tablas.

—Jamás estas piezas encajarán entre sí, Locrian. Debes medir minuciosamente, considerar también el grosor de la madera, y para dibujar el círculo... —Ballard tomó un lápiz de grafito, con una regla trazó dos diagonales en la tabla. Lo hizo de manera impecable, justo en cada vértice, luego situó el filo del compás en el punto de unión de ambas rectas, fijó el artefacto, y trazó con él un círculo perfecto—. Debes considerar las medidas de todo con lo que estás trabajando.

—¿Puedes ayudarme? —le pidió el gitano, aquello sorprendió al mayor, ya que era muy difícil que Locrian pidiera o aceptara ayuda, aún más si provenía de él.

Recordaba que en un pasado, cuando Elliot le enviaba dinero a espaldas de Lord Byron, Locrian rechazó varias veces aquellas cantidades, aunque los rumores dijeran que el campamento donde vivía estaba sumido en la ruina absoluta.

Elliot permaneció detrás de él, incluso sujetó las manos del más bajo para mostrarle cómo medir adecuadamente los diversos ángulos de aquellas piezas. Locrian se estremeció ante aquel contacto, pero tras un magistral disimulo, permitió que Ballard le guiara para hacer un trazo firme y preciso. Inmediatamente, sintió el tibio aire que respiraba el hombre sobre su nuca, y lejos de poner una distancia, se sintió protegido, cálido, seguro. Elliot a veces dejaba de ser esa figura distante y represiva para convertirse en un aura de confort.

—Ya está. Ahora solo debes cortarlas bien, y asegúrate de usar un buen pegamento, pero no pongas demasiado, o la codorniz podría quitar los restos e intoxicarse.

—Espera... —dijo él. Antes de que el rubio se fuera, se volteó, y contra todo pronóstico abrazó al más alto. Situó un lado de su rostro en aquel pecho, de manera que su oído pudo percibir ese corazón tan calmo.

Elliot no supo cómo reaccionar al principio, pero terminó por dejar unas cuantas palmaditas en su espalda, seguido de un suave tacto para corresponder a aquel abrazo.

—¿Estás bien, Locrian?

—Sí... gracias por ayudarme.

—Siempre me puedes pedir ayuda en lo que quieras.

—¿Lo que quiera? —inquirió el joven con picardía, luego soltó una pequeña risa cuando Elliot le reprendió con un golpecito en su cabeza.



Muchas veces Locrian ayudó al burdel de Madame Baudelaire a deshacerse de autoridades conservadoras que se empecinaban en querer cerrar el sitio.

Primrose siempre ha tenido curiosidad por besar a una persona de su mismo sexo.

Corazón Vampiro 🫀 | YA EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora