La joven despertó cuando el ocaso llegó a su fin, justo en la bienvenida del anochecer, cuando todo Winchester se sumía en silencio y sombras. También era cuando algunas personas del pueblo iniciaban sus fiestas en tabernas, casas de apuestas y burdeles. Ella realmente deseó que durante la noche existieran otros panoramas en los que pudiese compartir con sus compañeros, pero el tiempo se reducía a tareas de cálculo, transcripciones y protocolos de creación.
A pesar de la repetitiva rutina, encontró entretención entre sus recuerdos, entre aquella confusa y erótica escena de hacía un par de semanas atrás. Nunca habló con Elliot al respecto, al principio, su mirada huía avergonzada de la del centenario cuando este se dirigía a ella, pero una noche, en medio de una repartición de fondos para los sirvientes, ella se atrevió a preguntarle al gitano. ¿Quién más que él conocía todo respecto a la sexualidad?
—Oye, Locrian. ¿Qué significa cuando un hombre acaricia sus partes privadas en soledad?
La pregunta, tan repentina, tan fuera de contexto, sorprendió de tal manera al vampiro que comenzó a carcajear. No tuvo problema alguno en contarle todo respecto a la masturbación, e incluso le recomendó intentarlo alguna vez, le proporcionó algunas instrucciones y ella, sonrojada y cohibida, comprendió que aquello era casi un ritual para liberar el deseo, esos apetitos prohibidos. De ser así, ¿por qué Elliot lo hizo mientras miraba fijamente su retrato? ¿Acaso la deseaba?
Aunque las dudas, y aquella erótica visión, abrieron un deseo completamente nuevo para la mestiza, decidió, tal vez para calmar sus especulaciones, que Elliot simplemente se estaba masturbando mientras pensaba en algo fuera de su incumbencia, que la aparición de ese retrato no fue nada más que una coincidencia atravesando su campo visual.
Una noche, en cuanto la rubia bajó las escaleras, Elliot y Locrian se encontraban en el vestíbulo principal junto a algunos sirvientes. Parecían recibir instrucciones de Ballard, quien vestía extrañamente cómodo, aunque nada podía arrebatarle aquella impecable elegancia.
—¡Prim! ¡Justo a tiempo! ¡Que nos acompañe! —dijo el gitano con entusiasmo, subió las escaleras a prisa y la envolvió en un abrazo.
—¿Acompañarlos? ¿A dónde?
—Enseñaré a algunos sirvientes a cazar en Eastleigh. Pero está demasiado lejos, e iremos sin un carruaje —dijo Ballard.
—Puedo llevarla en mi espalda. Además, es peligroso dejarla sola en casa —insistió Locrian. Aquello era cierto, así que Elliot cedió fácilmente a tal petición.
Ese pequeño grupo de vampiros se alistó. La luna era tan solo una curva, por lo que parecía una sonrisa cómplice en aquella noche fúnebre. Una vez afuera, los sirvientes estiraron sus cuerpos para prepararse. No era habitual que los vampiros utilizaran su velocidad en los terrenos, a no ser que se dirigieran de un lado de la plantación hasta el otro extremo de las tierras, pero aquella resultaba una ocasión única.
—¿Por qué no pueden cazar más cerca? —inquirió ella.
—Sería demasiado sospechoso. No duermes donde matas —respondió el gitano.
—Primrose, sube a mi espalda —ordenó Elliot.
La rubia vaciló, a su mente llegó la idea de que, si se mostraba distante o tímida junto al mayor, este podría descubrir que lo vio en un escenario tan privado, así que obedeció en silencio. Incluso soltó un pequeño ruido cuando su vestido se subió tan solo un poco, y sintió las manos del mayor sobre sus muslos, para acomodarla y afirmarla mejor.
—Te voy a ganar, cabeza de roca —dijo Locrian.
—No es una competencia. Cuida de no tropezar.
A pesar de que no lo era, algo salvaje, casi primitivo, se despertaba en cada hematófago cuando aquella carrera iniciaba; cuando corrían y saltaban sobre los troncos caídos en el bosque, mucho más rápido que cualquier caballo o animal terrestre. Primrose se aferró tan fuerte como sus delgados brazos y piernas le permitieron. Elliot era rápido, pero se esforzó por evitar la mayor cantidad de saltos y desniveles posibles para no marear a la joven.
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Corazón Vampiro 🫀 | YA EN FÍSICO
VampireEn 1850, la reina Victoria reinaba con pulcritud y recato a los ingleses, pero una vez que el sol se ocultaba, era Lord Byron Cruthadair quién regía a las criaturas de la noche. Tras el repentino suicidio de este patriarca vampiro, sus tres heredero...