Tres

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Lo inevitable se divierte jugando con nosotros al tira y afloja. Nos reta y caemos como ingenuos, mientras se burla de nuestro vano empeño por echarle un pulso al destino.

El encuentro entre Andrés y Ale era inevitable; y, después de los mensajes que había recibido el día anterior, ella ya no deseaba retrasarlo más. Llegó la hora de ajustar cuentas. Los miércoles tenía francés con Laura a tercera. Una vez finalizada la clase, salieron juntas al recreo y se reunieron con los demás.

—¡Mirad a quién tenemos aquí! —dijo Lorena, que volvía de la cafetería—. ¿Dónde estabas metida, Ale?

—Tenía que entregar trabajos esta semana. He estado empollando en los recreos —se excusó.

—Normal, David se pasa con los trabajitos de investigación —se quejó Lorena.

—Ya tía, pero no nos hace exámenes, de algún sitio tendrá que sacar la nota, ¿no? —añadió Laura. Todos asintieron.

—Dejad de hablar de trabajos y exámenes. Traigo algo que os va a encantar —anunció Sergio bastante animado. Laura clavó sus ojos en él.

—Adivino, te ha salido bien la exposición de geografía —dijo Jorge irónico, imaginándose cuál iba a ser la respuesta.

—Pues no —respondió riéndose—. Pero no hay problema. Al final, aprobaré, ya veréis.

—Hombre, Sergio, si no estudias... ¿estás esperando un milagro o algo parecido? —soltó Lorena provocando la risa de todos.

—Qué graciosos... Bueno, entonces no os interesa lo que tengo que decir, ¿no? Muy bien...

—¡No, no! ¿Qué es? —dijo Andrés atreviéndose a hablar por primera vez. Hasta ahora, se había mantenido en silencio. Ale notaba que le rehuía la mirada, lo que la cabreaba bastante. Llevaba varios días buscándola y, ahora que la tenía delante, actuaba como si nada.

—¡He encontrado local para la graduación!

—No jodas, ¿en serio? Tío, ¡eres el mejor! —dijo Jorge abrazándolo con la brutalidad característica de ambos.

—Pero, ¿y el alcohol? ¿Nos lo van a vender? —preguntó Lorena.

—Bueno, el bar es de un colega del gimnasio. No nos puede vender alcohol, pero dice que podemos esconderlo debajo de las mesas y, si se presentara la poli, él no tiene nada que ver... ¿Lo pilláis?

—Mola. No nos los venderán en ningún sitio, así que es la mejor opción —comentó Ale para ver si Andrés se atrevía a mirarla, pero no lo hizo. «Qué cobarde» pensó. Le dejaba cientos de mensajes e incluso se presentaba en su casa y ahora nada.

—Genial. Pues vamos a ir comentándoselo a la gente y a ver si podemos cerrarlo esta semana, antes de que estemos más ocupados —propuso Laura. Todos estaban de acuerdo.

—¿Podéis encargaros vosotros, por favor? No tengo cabeza para pensar en fiestas ahora mismo... —Ale pensó que eso atraería la atención de Andrés, y no se equivocó. Este la miró temeroso de que fuera a mencionar algo de lo que pasó el viernes en su casa.

—¿Tú sin ganas de fiesta? ¿Cómo es eso? —dijo Laura rodeándola con el brazo.

—He tenido problemas este fin de semana...

—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Lorena.

Andrés miraba a Ale nervioso y asustado como un corderito en apuros. Mientras, ella disfrutaba de la situación. Puede que estuviera siendo un poco cruel, pero se lo merecía. No le importó humillarla pegándole a Raúl o echándole en cara que bailara con otros tíos. Tal vez lo justo sería que todos se enterasen de lo que pasó el viernes. Pero Ale no era así.

Ale Abely: novela juvenilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora