Lu ni siquiera se lo imaginaba, pero Ale se había quedado sin palabras al verla entrar en aquella fiesta. Ya sabía que era preciosa, era imposible no darse cuenta, pero esa noche había algo especial en ella de lo que no se había percatado hasta entonces. Tal vez fueran esos pantalones blancos con tiras incandescentes o el highlighter de su rostro, pero brillaba más que nadie. Cualquier persona del barrio se habría sentido fuera de lugar en una fiesta como esa rodeada de extraños, pero Lu no paraba de bailar y se acercaba a la gente con su mejor sonrisa. Definitivamente, Ale jamás había conocido a alguien que supiera disfrutar y exprimir la vida tanto como ella. Con la mirada fija en su sonrisa que eclipsaba, no vio venir la caja que le cayó encima.
—¡Dios, lo siento mucho! ¿Estás bien?
—No te preocupes, no ha sido nada, aunque me parece que deberías llevar menos cajas... —dijo sonriendo a la culpable de aquel incidente, una chica de su misma edad que parecía ser camarera.
—Yo también lo creo. —Le sonrió de vuelta—. Voy tan apurada que he querido llevarlas todas a la vez...
—¿Quieres que te ayude? —La chica la miró como si hubiera dicho una auténtica locura.
—¿Ayudarme? Pero, si eres una huésped. Perdón, es una huésped...
—Veo que tus jefes son muy estrictos, ¿no? —La chica asintió—. ¿Y qué me dirías si te digo que en esta fiesta nadie me conoce excepto la anfitriona, quien además es una de mis mejores amigas? Créeme, si me dejas uno de esos uniformes, nadie se dará cuenta... —Tras meditarlo unos segundos, la chica accedió y Ale la siguió hasta el almacén detrás de la barra.
Desde el otro extremo del bar, Lu las vio meterse juntas ahí dentro y se imaginó una historia totalmente distinta...
—¿De verdad que no eres rica? —preguntó la camarera asombrada mientras enseñaba a Ale a preparar algunos cócteles—. Por cierto, me llamo Estela.
—Pues claro que no. ¿Acaso tengo esas pintas de estirada? —dijo señalando a una señora con abrigo y bolso de piel que miraba a todos por encima del hombro. Ambas se rieron disimuladamente.
—No quiero ni pensar qué habría pasado si le hubiera tirado la caja a ella...
—Algo así: ¡Oh, no! ¡Estúpida camarera! ¡¿Tienes idea de cuánto cuesta esta blusa?! ¡Hoy mismo hablaré con tu jefe! ¡Vete buscando otro trabajo! —Se desternillaron de la risa. Estela se alegraba de haber conocido a alguien como Ale en ese hotel para variar...
—Oye, mira ese de ahí. Apuesto a que tiene mal de amores... —dijo entre risas señalando a un chico que había en la barra.
—Sí, bueno... Ese de ahí es mi amigo, y yo debería saber lo que le pasa... —contestó Ale. Estela lamentó haberse reído.
—¡Nacho! —dijo Ale haciendo que levantara la cabeza—. ¿Qué ocurre? No es normal en ti estar en una barra acumulando vasos de cóctel...
—Ale, ¿qué haces vestida de camarera? —dijo con extrañeza.
—Una chica necesitaba ayuda, pero ese no es el tema. ¿Qué te pasa? —Nacho dirigió la mirada hacia otra parte.
—Nada, simplemente no me siento cómodo en esta fiesta. Eso es todo... —soltó.
—Ya... O sea, que tienes mal de amores...
—¡¿Qué?! ¡Yo no he dicho eso! —respondió un tanto alterado. Ale había dado en el clavo.
—No tienes que decirlo, se te nota... ¿Quién es él? —preguntó sin rodeos. Nacho le dio un buen sorbo al cóctel.
—No puedo decirlo... —contestó.
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Ale Abely: novela juvenil
Teen Fiction¿Hasta dónde serías capaz de llegar por las personas que amas? A Ale Abely es una joven de dieciocho años adicta a la adrenalina y a las emociones fuertes. Su niñez quedó marcada por la muerte de su padre en extrañas condiciones, suceso que lo cambi...