«Las apuestas no son para las tías. No tenéis lo que hace falta para competir, y menos aún para enfrentaros a nosotros...». Esas fueron las palabras de Marcos en la primera noche de torneo. Una vez más, su inmenso machismo le hacía cometer el tremendo error de subestimar a una mujer. En cuanto lo oyó, Ale supo que necesitaba que le dieran una gran lección. Las mujeres de La Fábrica eran totalmente capaces de enfrentarse a ellos y vencerles; pero en algo tenía razón: aún no estaban preparadas. Si querían derrotar a esos imbéciles de una vez por todas y enseñarles respeto, solo tenían una opción: entrenar duro. A los chicos del Sur les costó hacerse a la idea de que las mujeres participaran en el torneo, sobre todo a Nico. Su instinto protector era demasiado potente. No obstante, poco a poco, conforme iban avanzando los entrenamientos y las mujeres se hacían cada vez más fuertes y mejores pilotos, se fueron convenciendo de que no necesitaban a nadie que las protegiera. Poco a poco, dejaron de ser centinelas para colocarse junto a los demás en la línea de fuego, donde siempre deberían haber estado.
Solo faltaban dos días para la próxima noche de torneo, la que sería la primera prueba para las mujeres y, al mismo tiempo, su oportunidad para conseguir que dejaran de subestimarlas. El Refugio se había convertido en un campo de entrenamiento, así como las solitarias carreteras que rodeaban el barrio cuando llegaba la noche. En el silencio de la madrugada, se oía el sonido de los motores rugiendo. Una de esas noches, el azar hizo que Esther tuviera que batirse contra Chino. Esta se había propuesto dejar los sentimientos a un lado y no dejar que interfirieran en la carrera, pero cerebro y corazón nunca van por el mismo carril. No podía apartar de su mente la imagen de Chino y Nora besándose tras la última carrera; pero, en lugar de venirse abajo, fue como si su rabia se transformara en óxido nitroso. Chino le había roto el corazón y había pisoteado su orgullo. No estaba dispuesta a dejar que lo pisoteara aún más ganando esa carrera. Era una conductora virtuosa y, gracias a lo que Oliver le había enseñado, saborearía una reconfortante victoria.
Los dos pilotos salieron a toda velocidad, poniendo en cuestión de segundos el acelerador a cien. El coche de Esther se movía con la fuerza inagotable de su rabia. Chino, muy seguro al principio, tuvo que hacer grandes esfuerzos por mantenerse en la delantera. Esther era un torbellino y estaba dispuesta a sobrepasarlo. Cuando se hubieron alejado varios kilómetros de la salida, Chino tomó un atajo. «No creas que haciendo trampas conseguirás vencerme. Nada impedirá que te derrote» dijo Esther para sí, y siguió la misma ruta. Las calles se estrecharon en ese punto. Las farolas no funcionaban y apenas había visibilidad. Por alguna razón, esa zona le resultaba conocida, como si ya hubiera pasado antes por ahí. Sin embargo, habría jurado que no sabía hacia dónde Chino se dirigía. Se colocó a la misma altura que este llevándose por delante su espejo derecho. Avanzaban totalmente pegados, lateral contra lateral, soltando chispas. Las huellas de los neumáticos en el suelo. Un enfrentamiento brutal en la carretera, y otro aún mayor en sus miradas, que ardían como chispa en gasolina. El camino se abría al final del callejón. Ninguno estaba dispuesto a retroceder. Salieron a un amplio mirador y, con un giro peligrosísimo de volante, Chino le cortó el paso a Esther, quien tuvo que dar un frenazo en seco para no impactar contra él.
—¡¿Pero, qué haces?! ¡¿Estás loco?! ¡Si no llego a frenar a tiempo, habríamos chocado! —exclamó más furiosa que nunca.
—Sabía que frenarías a tiempo... —contestó.
—¡¿Cómo puedes estar tan seguro?! ¡Podríamos habernos matado!
—Estoy seguro porque sé que eres una conductora increíble. Siempre lo has sido. Reaccionas al peligro antes que cualquiera que conozco —dijo mirándola fijamente.
—Pues si eso es cierto, ojalá hubiera reaccionado antes a tus mentiras... —Se volvió para su coche dispuesta a marcharse de ese lugar. Ya lo había reconocido. Era el mirador donde Chino le dijo que la quería por primera vez.
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Ale Abely: novela juvenil
Teen Fiction¿Hasta dónde serías capaz de llegar por las personas que amas? A Ale Abely es una joven de dieciocho años adicta a la adrenalina y a las emociones fuertes. Su niñez quedó marcada por la muerte de su padre en extrañas condiciones, suceso que lo cambi...