Cuando Lucía la invitó a pasar el fin de semana en la casa de su tía en Lisboa como cuando eran niñas, Carmen pensó que era la oportunidad perfecta para la conversación que tenían pendiente. Era consciente de que se trataba de algo delicado y temía lo que pudiera desencadenar, pero no tenía más remedio que decírselo. No podía actuar como si nunca la hubiera visto delante de esa tienda de perfumes besando al hermano de Cristian. Sentía algo muy especial por este y, aunque sabía que siempre sería un imposible para ella, no iba a permitir que Lucía siguiera jugando con él. Cristian era una de las personas más increíbles que había conocido. Era listo, divertido, atento, sensible... No se merecía que lo trataran así. Si ella tuviera la oportunidad, se encargaría de que cada uno de sus días fuera mejor que el anterior y de que se sintiera la persona más especial del mundo. Eso era lo que quería para él, algo totalmente distinto a lo que Lucía le estaba dando.
Tras una hora de avión y un viaje en autobús, llegaron al punto donde el tío de Lucía siempre estaba listo para recogerlas. El trayecto que las separaba de la casa rural de su familia había que recorrerlo en coche. A Carmen siempre le encantó ese lugar. Era el sitio perfecto para alejarse del caos de Madrid y, con solo un viaje en bus, tenías vía libre para disfrutar de las maravillas de la capital portuguesa.
—Bem-vinda! —exclamó Elena llena de alegría cuando las vio llegar, y corrió a abrazarlas—. Lucía, cariño, estás guapísima, como siempre. —Esta sonrió altiva—. Y tú, Carmen, dime que sigues escribiendo esos relatos tan fantásticos. —Se sonrojó. Elena era su mayor fan, la persona que mejor sabía apreciar sus historias del mundo, por eso la quería tanto.
A los pocos minutos, llegó el primo de Lucía en una camioneta vieja de su padre.
—Sebastián, no me digas que sigues conservando ese trasto. ¿Y qué es eso tan horroroso que te has hecho en el pelo? —soltó al ver el tinte cobrizo que había adquirido, cosa que Carmen creyó que le quedaba genial.
—Yo también me alegro de verte, prima... —masculló. En cuanto vio a Carmen, sus labios dibujaron una tímida sonrisa. Pasaron todos juntos al comedor. La mesa estaba servida.
—Bueno, Carmen, ¿en qué estás trabajando ahora? —le preguntó Elena con gran interés.
—Me da un poco de vergüenza hablar de ello. No suelo contarle a nadie lo que escribo... —respondió sonrojada.
—Pero nosotros somos la excepción. Sabes que soy tu fan número uno... —dijo arrancándole una sonrisa.
—Bueno, me propuse escribir un libro... Era una novela de misterio, pero acabé dejándolo...
—¿Y eso por qué? —preguntó Sebastián.
—No lo estaba sintiendo... La historia estaba bien escrita, pero no decía nada de mí. Me decanté por el suspense porque es un género con mucho éxito y pensé que sería una buena opción, pero...
—No era algo realmente tuyo —añadió Elena.
—Exacto... Supongo que aún sigo buscando ese algo.
—No puedes escribir de acuerdo a lo que la gente espera que escribas. Tu historia es solo tuya. Si atrae a miles de lectores, genial; pero, si no, mejor ser auténtica que ser un best-seller... Además, yo siempre pensaré que tus historias son las mejores. —Carmen sonrió. Con cosas como esa, Elena se había ganado su corazón.
—Eso suena muy bonito, querida tía, pero no es la realidad... —soltó Lucía desde un extremo de la mesa. Le fastidiaba que le dieran tanta importancia a Carmen—. Para ser una auténtica escritora, a la gente tiene que gustarle lo que escribes. Carmen nunca llegará a ningún sitio si la única que la aprecia eres tú... —Sebastián frunció el ceño.
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Ale Abely: novela juvenil
Teen Fiction¿Hasta dónde serías capaz de llegar por las personas que amas? A Ale Abely es una joven de dieciocho años adicta a la adrenalina y a las emociones fuertes. Su niñez quedó marcada por la muerte de su padre en extrañas condiciones, suceso que lo cambi...