La pequeña Anastasia solía pasar horas practicando su danza, pero, por más que se esforzaba, no lograba mejorar. ¡Era una pésima bailarina!
Fue así que, aquel día, se sentó junto a la laguna lunar y se detuvo a contemplar con decepción como los rayos de sol se reflejaban sobre las aguas cristalinas, evocando un hermoso espectáculo de luz. Sin embargo, Anastasia no era para nada consciente de esos destellos, bastante ensimismada en sus propias preocupaciones, hasta que Ninnin la sorprendió por detrás:
—¡Buh!
Acompañada de un grito y un gran sobresalto, Anastasia se fue de cara a las profundidades de la laguna. Por suerte, la pequeña sílfide sabía nadar y cuando salió a la superficie, miró a su hermana arrugando la nariz y haciendo pucheros, por lo que, Ninnin pasó de su cara de espanto a una sonora carcajada.
—¡Ay, Ninnin, hiciste que me mojara toda! —Anastasia salió del agua, agitando las manos con rabia e inflando las mejillas cada vez más. Llegó a ponerse roja de la rabia por lo ocurrido y eso sólo hizo reír más a su hermana.
—Vamos, Annie. —Ninnin se puso a su altura, llamándola por su apodo.
—Ninnin, no estoy para tus juegos —replicó Anastasia, apartándose de su hermana cuando Ninnin trató de abrazarla.
—¿Sucede algo, princesita?
Anastasia le dio la espalda y se cruzó de brazos, aguantando las lágrimas porque no quería llorar frente a la futura matriarca.
—¿Es por tu danza? —preguntó Ninnin, esbozando una gentil sonrisa—. ¿Volvieron a molestarte?
—Dicen que no sirvo para ser una sílfide... —A la pequeña le tembló la voz—. También dijeron que debería darme vergüenza que al ser la hija de la matriarca no sea capaz ni de realizar un buen reiteré... Es tan básico.
—Dime quiénes fueron y yo me encargaré de hacerles saber que quienes deben estar avergonzadas son ellas por burlarse de una princesa sílfide.
—Ya que estás, deberías regañar también a la maleducada que me arrojó al agua. —Anastasia encaró a su hermana, quien se mostró boquiabierta, pero la tierna rabieta de su hermana menor sólo la hizo reír—. ¡No es gracioso, Ninnin!
—Princesas.
Una anciana sílfide fue hacia ellas y las reverenció cuando las chicas la miraron.
—¿Qué sucede, Gretel? —preguntó Ninnin, poniéndose de pie.
—El señor Fegim solicita la presencia de la princesa Fayrel menor.
Ninnin y Anastasia se miraron la una a la otra con extrañeza, pues de las cinco princesas, Anastasia era la menos solicitada por su padre.
Volaron hasta el gran árbol albino y allí, Ninnin se apresuró a sacarle las ropas mojadas a su hermana. La peinó y le colocó un poco de brillo en los párpados, lo cual ayudó a destacar el azul celeste de su mirada.
—Ninin, ¿qué haces? —inquirió Anastasia quejumbrosa.
—Cuando un silfo te manda a llamar, tú debes estar presentable, Annie.
—Sólo es papá —respondió Anastasia, tratando de apartarse de las manos invasivas de su hermana.
Ninnin la trajo de regreso sujetándola de la muñeca y la miró fijamente a los ojos.
—Incluso sí es tu padre. En especial tu padre, Annie, es el señor de los silfos, así que, muéstrale respeto.
—Pero suelo ir con papá a su cabaña para verlo entrenar.
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Ráfaga Cósmica (Libro 2. Borrador)
FantasyCuando Darién y Anastasia atraviesan el portal de las estrellas, el cosmos desciende en respuesta al llamado del alma de una sabia en compañía de un mal presagio llamado: Arácula. Debido a esto, nuestra ráfaga guerrera deberá enfrentarse a la peor p...