Capítulo 20: Prisionera

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Cuando llegó la mañana del día siguiente, Gretel salió de la choza para ver cómo estaba Darién y lo encontró bostezando con el cabello reluciendo.

—Darién, necesitas dormir —comentó Gretel, sentándose junto a él y colocando un plato de ensalada de fruta entre ellos.

—En estos momentos necesito evitarlo —respondió Darién, mientras volteaba a ver su reflejo, contemplando el resplandor de su cabello—, estoy demasiado estresado...

—Vas a empeorar si no vas a dormir.

Gretel comió de su ensalada y Darién la miró sonriendo.

—Estoy mejor así.

—Escucha, sé que te preocupa la princesa, pero en estos momentos debemos ser muy cuidadosos para tomar acciones.

—Lo sé, por eso es que no me puedo ir a dormir. —Darién se incorporó.

—¿A dónde vas?

—Voy a caminar.

Se adentró de regreso a la ciudad de la comunidad, con la mente ofuscada y haciendo un esfuerzo por despejar sus temores y malos pensamientos, hasta que Elisa lo sorprendió por detrás.

—Darién, ¿ya desayunaste?

—Todavía no. Salí a caminar. —Darién frunció el ceño con desconcierto— ¿No estás con Calen?

—No, no lo estoy.

La sonrisa de Elisa entristeció levemente y al verla, Darién decidió acompañarla, por lo que caminaron juntos rumbo a la casa de la sílfide

—Los silfos ahora mismo están en su fortaleza —explicó Elisa—, suelen estar ahí cuando visitan la comunidad y cada vez pasan más tiempo allí, cuanto más se deteriora el mundo, menor es el tiempo que podemos compartir...

»No los culpo, ya que, cargan un gran peso sobre sus hombros.

Darién contempló atentamente la débil sonrisa que figuraba sobre sus labios, en contraste con la inmensa desolación que expresaban sus ojos y sintió bastante compasión por ella.

—Por cierto, Darién. —Elisa volvió a mirarlo—. ¿Por qué te brilla el cabello?

—Es un mecanismo de defensa —explicó Darién—, frente al estrés...

—¿Eso es positivo o negativo?

Darién la miró y notó cómo le brillaban los ojos por la curiosidad. Ese gesto genuino en ella lo ayudó a sonreír también.

—No sé si sea bueno o malo —admitió—, pero no será un problema, mientras no me duerma por ahora...

Elisa frunció el ceño con desconcierto y Darién se rió por su cara, ayudando a que el brillo de su cabello comenzara a apaciguar lentamente.

—Eres raro, Darién —comentó Elisa, al tiempo que iban llegando a su destino.

Ingresaron a la morada de la princesa y ahí los recibió Nissa, quien, felizmente preparaba el desayuno. Cuando estuvo listo se sentaron a desayunar y Darién se detuvo admirar la cuchara de madera, tan bien tallada y con detalles que hablaban bien del artesano. Su admiración captó la atención de Elisa y ella lo cogió de la muñeca para observar sus dedos.

—No había visto que tuvieras estas marcas... —comentó.

—¿Qué marcas? —preguntó Nissa, inclinándose para mirar también con la cuchara en la boca.

Elisa las señaló, recorriendo con su dedo índice la apenas perceptible líneas blancas entre los dedos del muchacho. Eran tan blancas que apenas podían notarse sobre el monte albino que era su piel.

Ráfaga Cósmica (Libro 2. Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora