Capítulo 26: Una apuesta no tan segura

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El baile terminó y todos aplaudieron, felicitando a la supuesta feliz pareja, pero Anastasia, sólo atinó a mirar entre la multitud, buscando a Darién. No lo encontró. Su corazón cayó de picada en ese instante y se odió a sí misma por haberse rendido ante Umbra.

«Ya no puedo más con esto —pensó—, sólo quisiera morir».

—Annie.

Una suave y gentil voz la trajo de regreso. Anastasia levantó la mirada y se encontró con los preocupados ojos de Elisa, quien tomó a Anastasia suavemente de las mejillas y la escudriñó con la mirada.

»Estás muy pálida. —La observó preocupada.

—Has.. —Anastasia sintió un tumulto de emociones al verse tan cerca de su hermana—. ¿Has visto a Darién?

Elisa negó con la cabeza y Anastasia se apartó de ella, buscándolo con la mirada, pero en el acto, descubrió de pronto que Umbra ya no se encontraba cerca de ella, lo cual le pareció extraño.

—Annie, quería disculparme —comentó Elisa detrás, recuperando la atención de Anastasia. Su hermana lucía muy triste frente a ella—. Debí ser más considerada con tus sentimientos, antes de proponer que hiciéramos esa danza...

»Sé que, como familia, te defraudamos. Seguro nos odias y seguro, lo que menos deseas en estos momentos es hablar conmigo... —Las lágrimas surcaron las mejillas de Elisa y la voz le tembló al hablar—. Pero yo... Viví pensando en ti todo este tiempo... Quería verte de regreso y lo lamento... Me dejé llevar por mi propio egoísmo.

—Elisa... —Anastasia levantó las manos, intentando alcanzarla, pero antes de que lograra siquiera tocarla, una advertencia estremeció a toda la comunidad.

—¡¡Selenium!!

Varios silfos aparecieron corriendo y el monstruo detrás de ellos, arrastrándose como una serpiente, rugiendo y derribando árboles a su paso.

—¡¿Un selenium?! —exclamó Elisa horrorizada.

—¡Debes ir y ponerte a salvo! —Anastasia tiró del brazo de su hermana y la empujó en dirección al árbol albino.

—¡Tú también, Anastasia! —Elisa se aferró al brazo de su hermana.

—¡Elisa, no hay tiempo, aléjate!

—¡Tienes que venir! —Sus ojos eran una súplica, mientras se aferraba a la muñeca de Anastasia.

El monstruo se abalanzó sobre ellas; toda la comunidad gritó "princesas" y Anastasia abrazó a Elisa, acto seguido, agitó las alas, intentando volar, pero sólo consiguió caerse y derribar a su hermana. Finalmente, resignada a su destino, Anastasia abrazó fuertemente a Elisa y trató de protegerla con su cuerpo.

Dos estalagmitas surgieron del suelo y apuñalaron al selenium, el cual, se contrajo rugiendo sobre éstas.

Anastasia se volvió a mirar con sorpresa, pero enseguida, un par de brazos las sacaron a las dos de allí y en un repentino instante, se encontró rodeada por los brazos de su padre, quien le buscaba los ojos con desesperación.

—¡¿Estás herida?! —preguntó.

Anastasia lo empujó y buscó a Elisa, a quien encontró a salvo en los brazos de Calen. Elisa temblaba y sollozaba, mientras intentaba comprender qué había pasado.

El selenium se liberó de las estalagmitas y Darién apareció flotando sobre su cabeza, desenvainando la espada de Anastasia. La luz plateada de su cabello inundó la hoja afilada volviéndola una espada de luz.

—¡Darién! —gritó Anastasia desesperada.

El joven blandió el arma sobre el monstruo, sin embargo, dos brazos negros sugieron de la tierra, lo sujetaron de las piernas y lo arrojaron al suelo.

Ráfaga Cósmica (Libro 2. Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora