Umbra se abalanzó sobre Anastasia con su hoja afilada y la sílfide se apresuró a recoger su espada para detener el ataque del silfo. De rodillas sobre la tierra estéril, el cielo oscureciendo, su cuerpo pesado, el blanco vestido manchado y desgarrado, Anastasia Fayrel, se sintió más impotente que nunca, solo resistiéndose a la fuerza de Umbra para sobrevivir.
Los silfos corrieron hacia ella, pero los selenium volvieron a emerger de dónde habían salido antes, vinculados al hechicero que los había invocado, por lo que, los silfos tuvieron que volver a luchar contra ellos, cayendo uno a uno.
Mientras Anastasia resistía a la fuerza de Umbra, marcas negras como quemaduras se extendieron por debajo de su vestido, desde la herida en su hombro hasta su cuello. Al tiempo que eso ocurría, tuvo visiones repentinas de cuerpos apuñalados, destrozados y acompañados de gritos de agonía. Eran las memorias de la espada de Umbra y de todas las tantas vidas que arrebató cruelmente a lo largo de la historia de los silfos de la familia Sallow.
«Duele —pensó Anastasia—, siento todo su dolor como si fuera mío».
—Sabia... —Aquella siniestra voz femenina resonó en el viento—. Decreto que renacerás como una mortal perteneciente a una especie incapaz de cobrar vidas... Si osas desafiar mi voluntad, sufrirás la misma maldición a la que tu Dios fue condenado. Tú, al igual que todas las demás criaturas de tu misma especie, serán maldecidas por mí y sentirán el dolor de todas las muertes que hayan provocado.
—¡Ah! —Anastasia se desgarró la garganta gritando, mientras su defensa flaqueaba lentamente, amenazando con darle acceso a la espada de Umbra.
—¡Di tus votos! —exclamó Umbra—. ¡De prisa, antes de que el sol no vuelva a brillar sobre el portal!
—Te has vuelto corrupto... —Sollozó Anastasia, levantando la mirada hacia él—. Pero, como mortal luminoso, aún necesitas de la luz.
Umbra rompió su defensa, propinándole un feroz golpe en la cara e impactándola sobre sus alas inertes.
—¡Di tus votos!
El destino de la vida o la muerte de la dimensión descansaba sobre las manos de Anastasia, quien, sucumbía ante la desgracia de no ser capaz de liberar su poder. Cayó de espaldas, sintiendo el sabor salado de su sangre en la boca y contempló las oscuras nebulosas que se cernieron sobre ella, anunciando la muerte de la dimensión. Cerró los ojos, sintiendo que perdía la conciencia, mientras escuchaba de lejos los enardecidos gritos de Umbra, quien le ordenaba emitir sus votos matrimoniales.
«Así que, la naturaleza, siendo la sabia más sabia de entre todas las sabias, dio origen a una sílfide guerrera, una sílfide que desafió su propia naturaleza y evolucionó. —recordó las palabras de Darién».
Anastasia, rozó la empuñadura de su espada con los dedos, mientras se enfocaba en respirar con los ojos cerrados. Ella no sabía cuál era la razón por la que no podía romper el sello de Umbra: fuera por miedo, inexperiencia o dolor, en ese momento, tomó la más sabia decisión.
«Sea cuál sea la razón que me limita...».
Los silfos alcanzaron a Umbra y lo obligaron a apartarse de Anastasia, Umbra lo hizo, invocando una magia extraña, cuya energía corrupta invadió su espada. Al verlo por fin lejos de ella, Anastasia se situó de rodillas como pudo, recogiendo su espada.
—¡Annie! —Sus hermanas se reunieron con ella, observando preocupadas como el hierro ya le había invadido la mitad de la cara y su ojo hinchado amenazaba con estallar.
—Annie... —sollozó Aidé.
—¿Cuánto daño te hizo ese maldito? —Lloró Dana, intentando acunar su rostro en sus manos, pero sin atreverse, por temor a lastimarla más.
—No se preocupen... —gimió Anastasia con dificultad—. Así es el camino de una sabia...
Las empujó dificultosamente y ellas se apartaron, creyendo que necesitaba espacio para respirar, pero enseguida, la vieron hacer algo que las dejó estupefactas.
Anastasia colocó su mano izquierda sobre la tierra estéril y luego levantó la espada, viendo en ella el reflejo de sus ojos azules y la mitad de su cara consumida por el hierro. Quizá fuera un delirio suyo, pero su imagen se distorsionó en la hoja y en ella, vio los ojos de aquel Dios albino .
«Sea cual sea la razón que me limita, aprovecharé esta bendición que mi Dios me ha otorgado al permitirme ser una guerrera sabia y la cortaré».
La hoja afilada descendió brutalmente sobre el dedo en donde llevaba puesto aquel anillo...
—¡Anastasia! —gritó Elisa horrorizada cuando vio el dedo de su hermana rebotar, desbordando su sangre plateada y liberándose del anillo de compromiso.
«Inexperiencia, miedo, el sello... Nada de eso puede limitarme más».
Una luz colorida emergió del hoyo en su mano y la recorrió por completo, mientras Anastasia, se arqueaba hacia atrás gritando. El viento sopló con brutalidad y todos se volvieron a mirarla, viendo que el cosmos se manifestaba en forma de una sabia cósmica.
Darién, quien corría sobre el mar, esquivando las llamaradas del dragón, mientras el agua del mar se alzaba a la voluntad de sus manos para protegerse, sintió como la marea bajo sus pies se estremecía brutalmente, obligándolo a caer y sumergirse. Toda su ilusión se estremeció, provocando una fuerza gravitacional tan fuerte que, Asmund, aterrizó brutalmente sobre el suelo del acantilado.
Darién apenas logró salir del agua, aferrándose a una roca debajo del acantilado. La marea se estremeció embravecida, y entendió que aquella fuerza provenía del exterior; sabía que solo existía alguien capaz de penetrar en las barreras de su ilusión, por lo que sonrió.
—Estoy orgulloso de ti... Mi Anastasia...
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Ráfaga Cósmica (Libro 2. Borrador)
FantasyCuando Darién y Anastasia atraviesan el portal de las estrellas, el cosmos desciende en respuesta al llamado del alma de una sabia en compañía de un mal presagio llamado: Arácula. Debido a esto, nuestra ráfaga guerrera deberá enfrentarse a la peor p...