Sentada sobre la cama, Anastasia contempló con amargura las cicatrices en torno a sus muñecas.
«Que poco me ha durado la libertad —pensó».
Ruth regresó a la habitación y la encontró ensimismada sobre la cama, con aquella sombra en sus ojos que tristemente caracterizaba a tantas sílfides de su edad.
—Princesa —La nombró solemnemente y Anastasia la miró—. ¿Quiere dar un recorrido?
Anastasia se incorporó y asintió. Enseguida, se adentraron entre los pasillos de la mansión y Ruth le comenzó a hablar sobre la historia de cada objeto decorativo, junto con lo que había detrás de cada puerta.
Anastasia la seguía y la escuchaba con una expresión apacible, lo cual, hacía que Ruth se preguntará cómo siendo tan joven era tan serena.
—Escuché que cuándo fue coronada en la comunidad, usted recibió la piedra de la sabiduría —comentó Ruth, desconcertando momentáneamente a Anastasia.
—¿Eso significaba mi piedra? —inquirió la sílfide—. La verdad es que nunca pregunté y me fui de ahí a tan corta edad que no tuve oportunidad de interesarme por saber.
«Sí es cierto lo que dice, me parece una gran ironía —pensó Anastasia, recordando a Brigitte».
—Debería hacer un esfuerzo por corresponder a los sentimientos del señor —sugirió Ruth—, y deje de retarlo, por favor. Él está dispuesto a jugarse su honor para protegerla. Usted es muy afortunada.
—Uhm... —respondió Anastasia con indiferencia.
«Tal vez tenga razón —meditó Anastasia—, en estos momentos él es mi única posibilidad de supervivencia ante un bosque que se encuentra completamente en mi contra».
Ruth siguió con su recorrido y Anastasia la siguió, escuchándola a medias, pues estaba más enfocada en analizar sus opciones. Se distrajo al ver a un joven silfo que iba caminando en dirección opuesta a ellas y el cual, se detuvo para reverenciar a la princesa. Anastasia pasó junto a él y durante ese breve momento, lo analizó.
Sus ropas andrajosas y sucias, en conjunto con el peculiar aroma del aceite vegetal, la hicieron suponer a qué se dedicaba el joven en el interior de esa casa. No se detuvo a hablarle, pero se aseguró de memorizar bien los rasgos distintivos de ese joven, cuyo rostro no puedo apreciar bien porque lo mantuvo abajo en su presencia, así que, se enfocó en el tono marrón de su cabello rizado y las cicatrices de cortes en sus dedos.
Finalmente, Ruth la llevó a la biblioteca y ahí, fue la primera vez que Ruth pudo conocer la sonrisa de la princesa, la cual, se asomó sutilmente en sus labios.
La princesa se paró en el centro de la biblioteca y se detuvo a contemplar cada detalle con admiración: el inmenso candelabro en el techo cóncavo y el segundo nivel, protegido con barrotes de oro. Había libreros en cada lugar del recinto, los cuales apilaban gruesos y empolvados lomos coloridos.
—¿Le gustan los libros? —preguntó Ruth.
—Me gustan —respondió Anastasia, intentando contener la emoción—, antes leía mucho...
—¿Ya no?
Anastasia bajó la mirada y contempló las cicatrices de sus muñecas.
—Ya no —respondió con voz queda.
—Sí te gusta, puedo obsequiártela. —El señor Umbra atravesó la puerta y se colocó frente a Anastasia, quien lo miró con frialdad—. La biblioteca quiero decir. —Umbra le apartó un mechón de la cara con una sonrisa—. Puedes tomarlo como un regalo de bodas.
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Ráfaga Cósmica (Libro 2. Borrador)
FantastikCuando Darién y Anastasia atraviesan el portal de las estrellas, el cosmos desciende en respuesta al llamado del alma de una sabia en compañía de un mal presagio llamado: Arácula. Debido a esto, nuestra ráfaga guerrera deberá enfrentarse a la peor p...