Capítulo 6: La princesa de la vida

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Darién abrió los ojos con suavidad, sintiendo su cuerpo atado y dolorido. Se removió y trató de darse la vuelta como pudo, en el acto, dos ojos azules lo miraron sonriendo. Darién enfocó la mirada en la joven... Era tan hermosa. Tenía el cabello castaño y la piel rosada. Vestía un largo vestido amarrillo, con un escote sobre la espalda por el cual sobresalieron sus alas transparentes.

—Eres una sílfide —observó Darién con la voz ronca.

La joven ensanchó la sonrisa, mientras abrazaba una vasija de barro y Darién pasó la mirada de ella al cielo. En aquel momento, el atardecer pintaba el bello celeste de carmesí.

«Parece que el río me arrastró durante horas —pensó».

—¿Quién eres tú? —preguntó la sílfide, recuperando la atención de Darién.

Ella sonreía, pero sus ojos lo escudriñaban con curiosidad. Darién tuvo la repentina sensación de que su rostro le parecía familiar.

«Uhm... —meditó—. No logro acordarme, ¿dónde será que la he visto?».

—Estás cubierto de cadenas —comentó la joven con una voz risueña—, pero ninguna herida... —Le apartó el cabello negro de la cara y Darién se estremeció por el tacto.

«No me toques, soy de Anastasia —pensó».

—Estás demasiado bien para haber sido arrastrado por el río salvaje.

—¿El río salvaje? —preguntó Darién confundido.

—Así apodamos este río, porque es muy salvaje, pero parece que sus aguas fueron muy respetuosas contigo. Lo cual, abre la pregunta, ¿qué eres? —La joven se inclinó más sobre Darién con la mirada resplandeciente de entusiasmo y curiosidad.

—No soy un qué, soy Darién —respondió, frunciendo el ceño y la sílfide se rio.

—Princesa, dese prisa que oscurece... —Otra sílfide apareció volando de entre los árboles y se detuvo a contemplar estupefacta al muchacho que yacía sobre la tierra— ¡Aaah! —gritó con espanto, sobresaltando a Darién y a la otra sílfide.

—Nissa, cálmate —pidió la joven, incorporándose del suelo y llevándose su vasija.

—Es-es-es un chi-chi-chico... —Nissa tartamudeó, señalando a Darién y luego se sonrojó—. Es un chico y no es un silfo... —sonrió encantada y se llevó las manos a las sonrojadas mejillas.

—Lindo, ¿verdad? —Sonrió la otra sílfide.

—Pero... ¿Por qué está encadenado? —Nissa volvió la mirada extrañada a la otra sílfide.

—Yo me pregunto lo mismo. El río salvaje lo trajo...

—¡Y sigue vivo!

—Interesante, ¿verdad? —La sílfide de la vasija sonrió encantada.

—Princesa... Usted tiene un gusto extraño por lo extravagante —replicó Nissa.

—¿Eres una princesa sílfide? —preguntó Darién, dirigiéndose a la de la vasija.

—Princesa Elisa Fayrel —respondió la aludida.

«Ah... Ya sé de dónde me sonaba su cara —pensó Darién—. Anastasia y ella tienen los mismos ojos».

—¡No se presente a un misterioso forastero! —exclamó Nissa.

—¿Pueden ayudarme? —preguntó Darién—. Necesito sacarme estas cadenas.

—Ni lo sueñes —replicó Nissa—, puede que seas lindo y le agrades a nuestra princesa, pero esta parte del bosque sigue estando prohibida para cualquiera que no sea un silfo.

Ráfaga Cósmica (Libro 2. Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora