Capítulo 18: Un vínculo sin igual

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Una nueva noche llegó y Darién no vio a la luna aparecer, por lo que, otra noche oscura se cirnió sobre la comunidad. No obstante, los silfos custodiaron y vigilaron para que las sacerdotisas pudieran descansar.

Gretel salió del interior de su choza y fue a sentarse junto al muchacho, depositando un plato de mochis entre ellos.

—Necesitas dormir, Darién —dijo.

Darién cogió la bola de color verde y al morderla, se sorprendió al descubrir que se trataba de alguna especie de helado.

—Eran los favoritos de la princesa Fayrel menor cuando era una niña —confesó Gretel con una sonrisa al percibir su reacción de gozo.

—Es delicioso —concedió el muchacho.

—El señor Fegim no lo demuestra, pero está destrozado... —Gretel dirigió su atención a las siluetas de las antorchas de los silfos, quienes merodeaban por el bosque.

—Lamento no sentir pena por él.

—Está bien, yo entiendo que no lo hagas. Fuiste tú quien estuvo junto a la princesa en su desdicha...

—Ni siquiera estuve ahí —replicó Darién con frustración—. Su mejor compañía fue un desuellamentes que quiso comerla y luego se apiadó de ella.

—¿Un desuellamentes? —preguntó Gretel sorprendida.

—Buen tipo, aunque duro. —Darién cogió otro pastel.

—Es inusual que los desuellamente sientan compasión —dijo Gretel—, aunque se suele decir que todo desuellamentes elige a un protegido o protegida una vez en la vida. Tienen ese instinto protector, pero los supera por mucho su instinto depredador.

—Bueno, seguro que adoptó a Anastasia como su protegida, pues la cuidaba mucho.

—Un desuellamentes y una sílfide. —Gretel sonrió—. Es difícil de imaginar...

—Él desapareció y no logramos averiguar a dónde se fue.

—Tal vez sea mejor así... Un desuellamentes y una sílfide son de naturalezas tan opuestas que... Mi pobre niña pudo haber acabado herida.

—Él no le haría daño —replicó Darién indignado—, le hizo más daño su padre, si me lo permite.

—No te lo permito, es del señor de los silfos de quién estás hablando.

—Me da igual. —Darién se dio la vuelta con indignación—. Es la verdad.

—De verdad eres testarudo.

—Esperaba que al ser luna nueva, las noches fueran más tormentosas —comentó Darién para cambiar de tema.

—No solemos ser atacadas. Tuviste mala suerte la otra noche...

—Me imaginaba su mundo más devastado que el mío.

—Lo está —aseveró Gretel con amargura—. Más allá de este bosque, al mundo ya casi no le queda vida y los corruptos merodean sobre un triste desierto, tapizado de cuerpos y lo que alguna vez fueron gloriosas comunidades...

»La vida en nuestro bosque es la última y se mantiene gracias a nuestra magia... Y el árbol albino, por supuesto.

—¿Es posible salvar este mundo? —inquirió Darién preocupado.

—Los silfos siguen luchando y las sacerdotisas seguimos intentando, pero... —Gretel negó con la cabeza—. Temo que ya no queda más por hacer.

—¿Por qué no se van? En el otro mundo pueden refugiarse. Anastasia lo hizo durante muchos años...

Ráfaga Cósmica (Libro 2. Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora