Capítulo 25: El destino de un alma corroída

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El baile de las princesas terminó así y toda la comunidad se regocijó en aplausos, pero las princesas, más que ser admiradas y reconocidas, esperaban recibir algo más, algo que no obtuvieron, pues cuando buscaron con la mirada a su pequeña hermana, vieron que ésta no prestaba atención porque el señor Umbra le susurraba al oído, provocando que su rostro ensombreciera con lo que sea que le estuviera diciendo.

Finalmente, Anastasia no pareció soportarlo más, se incorporó y se alejó prácticamente corriendo del lugar. Ruth fue detrás de ella y Umbra tuvo que volverse hacia las miradas curiosas con una nerviosa sonrisa.

—Me disculpo por el arranque de mi prometida —dijo y luego miró sonriendo con sobriedad a las tres princesas que seguían frente a todos—. Estar en este lugar no la hace sentir muy bien luego de haber sido condenada y desterrada a tan temprana edad. Seguro que las princesas comprenderán la razón del desencanto de mi prometida por su presentación.

Las tres princesas alargaron las miradas, llenas de pena y remordimiento, mientras Umbra se daba la vuelta para ir a buscar a la sílfide que se había marchado a toda prisa.

Darién se incorporó de su asiento cuando las princesas regresaron cabizbajas a la zona que les correspondía. Sus esposos y padres, igualmente tristes, trataron de consolarlas, pero, al final fue Elisa la que rompió a llorar en brazos de Calen.

—Queríamos darle ánimos, pero creo que la hicimos sentir peor...

—Se equivocan —replicó Darién—, Anastasia no le guarda ningún rencor a sus hermanas, ella las quiere y las atesora siempre.

—Ah, pero a sus padres si les guarda rencor —comentó Fegim alzando una ceja.

—Sí y con justa razón —respondió Darién, pasando de él—, voy a buscarla.

—Darién. —Gretel intentó detenerlo—. El señor Umbra estará con ella, no es buena idea.

—Al menos, quiero preguntar si está bien. —Darién se marchó, sin que nadie pudiera detenerlo.

Se introdujo entre los árboles, dejando atrás el apogeo de la fiesta que se volvió un lejano murmullo y mientras buscaba algún rastro de Anastasia, una mano fuerte lo tomó del brazo por detrás y Darién se volteó, alzando la guardia.

—Lamento importunar.

Darién reconoció al joven silfo como el escolta de Umbra y Anastasia, o algo así, la verdad era que desconocía cuál era su puesto y su función.

—¿Dónde está Anastasia? —preguntó Darién cuando el joven lo soltó.

—Veo que te sientes con la suficiente confianza para llamarla directamente por su nombre de pila —comentó el silfo, al tiempo que se desataba la espada que llevaba a un costado.

Darién no entendió por qué lo hacía, hasta que se la ofreció y pudo ver claramente la empuñadura.

—Es la espada de Anastasia. —La recibió con asombro y desconcierto.

—La princesa me pidió que se la diera —explicó el chico, mirando a Darién con curiosidad—. ¿Son amigos?

—Am... —Darién no se atrevió a responder y el silfo se encogió de hombros, restándole importancia—. ¿Cómo está Anastasia? —insistió.

—El señor Umbra la tiene amenazada —explicó Yami—. No deja de repetirle que quemará la comunidad si ella se resiste y como se lo volvió a comentar, haciendo alusión a que las princesas arderían también durante el espectáculo, es que la princesa se puso tan mal...

—Maldito idiota —replicó Darién molesto—, pero Anastasia es muy fuerte, ¿cómo ha logrado someterla?

—Selló sus poderes. —Los ojos de Yami se perdieron momentáneamente en el amargo recuerdo—. Fue horrible y no fui capaz de hacer nada...

Ráfaga Cósmica (Libro 2. Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora