Las hadas y las ninfas tocaron instrumentos, mientras las sílfides bailaban al son de la música con sus prometidos o esposos. Las solteras bailaban en solitario o con sus padres y hermanos, lo cual, impregnaba la ciudad de una rebosante felicidad, pues el regreso de los silfos implicaba también la unión de tantas familias separadas. Había de todo en aquella fiesta, pero más buenas emociones que malas.
Darién mientras tanto, se mantenía al margen de la celebración, sólo comiendo y bebiendo ponche, al tiempo que evadía la miradas inquisitivas de los silfos, quienes lo miraban con desaprobación.
Se detuvo a mirar el baile junto a Nissa, quien veía a Elisa prendida de los brazos de Calen con una sonrisa.
—¿Tú no tienes un esposo? —preguntó Darién, bebiendo un sorbo de su vaso de ponche a continuación.
—Las sílfides de baja cuna no tenemos tanta suerte y por lo general, los silfos menos honorables o destacados en la batalla son los que nos desposan, la buena noticia es que podemos rechazar sus propuestas con mayor facilidad que las de la nobleza, pero hay que tener una buena razón...
—¿Cuál fue tu buena razón? —inquirió Darién con curiosidad.
—Yo elegí servir lealmente a la princesa Fayrel mediana y cuando expresé mi voluntad, la matriarca me respaldó.
—¿Por qué eres tan leal?
—Por un lado me sirvió para evadir cualquier propuesta superficial, pero la principal razón es que... —Nissa sonrió con nostalgia—. La conozco hace tanto tiempo que sé que todavía me necesita, pues la pena en el corazón de mi princesa es profunda.
—¿Le ocurrió algo malo? —preguntó Darién preocupado.
—Perdió a dos hermanas queridas. —Nissa lo miró sonriendo—. Pero eso tú ya lo sabías.
Darién asintió, contemplando el reflejo de sus ojos platinados sobre las ondas cristalinas de su ponche.
—Esa noche marcó a la familia Fayrel —prosiguió Nissa—, y creo que mi princesa es la que menos se perdona haber sido débil aquella vez. Si por mi princesa fuera, ella le regalaría toda su felicidad y buena fortuna a sus hermanas, aunque eso implique renunciar al señor Calen...
—Eso no es justo para ella misma —replicó Darién.
—Por eso es que debo permanecer a su lado, para impedir que cometa cualquier locura...
—Entiendo...
Para despejarse, Darién volvió a la barra de bocadillos y se llevó una trufa de trigo a la boca.
—Veo que comes demasiado. —La princesa Aidé lo sobresaltó y Darién la miró.
Ella estaba de pie a lado suyo, contemplándolo con un enigma indescifrable. Darién tragó antes de responder.
—Perdón, no suelo comer...
—¿Cómo que no sueles comer? —inquirió Aidé confundida.
—No importa. —Darién negó con la cabeza, restándole importancia y la miró con curiosidad—. ¿Necesitas algo de mí?
Aidé evitó su mirada y se distrajo viendo la danza de los silfos con las sílfides, mientras lo hacía, Darién pensó que a ella no la había visto con su esposo. No parecía tan emocionada como Elisa.
—Quiero hacerte muchas preguntas —confesó Aidé—, sobre todo lo que le dijiste a mi madre...
—Adelante, hazlas —instó Darién.
La princesa Aidé lo miró, expresando un torbellino de emociones en sus ojos.
—No estaría bien que lo hiciera... —respondió, suspirando.
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Ráfaga Cósmica (Libro 2. Borrador)
FantasyCuando Darién y Anastasia atraviesan el portal de las estrellas, el cosmos desciende en respuesta al llamado del alma de una sabia en compañía de un mal presagio llamado: Arácula. Debido a esto, nuestra ráfaga guerrera deberá enfrentarse a la peor p...