Capítulo 7: Luna nueva siniestra

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—Tus alas resplandecen con el color del cosmos —dijo Umbra, contemplando el rostro dormido de la sílfide. A solas con ella en la habitación, percibía el descenso del sol desde el ventanal—. Antes yo era el único que podía verlo... Veía cómo te reverenciaba y ahora... Lo que creía que sólo era para mí, ha sido visto por todos, ¿por qué, Anastasia?

Acarició sus mechones rubios y suspiró, preguntándose qué había sido de ella todo ese tiempo, pues su cabello corto carecía de belleza y elegancia; sus manos estaban llenas de cayos y sus ojos estaban hundidos en profundas bolsas negras. No se veía para nada como la digna princesa que alguna vez conoció.

«Todo es culpa de Fegim —pensó iracundo».

Las hadas regresaron a la habitación para informarle que hasta el momento no habían encontrado en los archivos nada que explicara el resplandor de sus alas. Umbra las escuchó a medias, sólo contemplando el rostro dormido de Anastasia bajo la iluminación de las antorchas.

—Señor Umbra, insisto en que debe informar al señor Fegim.

Umbra se movió con una velocidad tal que no se le vio venir y el filo de la espada rechinó en la habitación. De pronto, el señor Umbra estaba de pie junto a la cama y guardaba la espada, mientras las hadas caían calcinadas detrás suyo.

—El viento es el elemento más ágil —dijo—, somos elementalistas del viento, mi princesa... Por eso no me explico... ¿Cómo es que el cosmos te reverencia así? No te preocupes, nadie más sabrá nuestro secreto. —Acarició su rostro dormido y le acomodó el cuello del camisón para esconder la marca divina—. No dejaré que nadie más lo sepa... Porque tú eres mi sílfide cósmica, desde el día en que te vi danzar junto a la laguna lunar y vi como el cosmos se inclinaba ante ti.

»Desde ese día, decidí que tú serías mía.

—Esta cabaña le pertenece a mi padre —dijo Elisa, abriendo la puerta del lugar—

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—Esta cabaña le pertenece a mi padre —dijo Elisa, abriendo la puerta del lugar—. En general no tenemos permitido venir aquí...

Darién la siguió por detrás, mientras Nissa alumbraba con el fuego del candil y contempló admirado la cantidad de armas expuestas sobre la pared.

—Mi princesa, tenga cuidado con el hierro —advirtió Nissa preocupada—. Dígame, ¿cómo se le ocurre traer a un forastero a un lugar lleno de armas?

—Tranquilas, yo ni siquiera sé usar armas —respondió Darién, escudriñando el lugar.

—Pero sí sabes usar tu encanto para seducir a nuestra princesa —replicó Nissa molesta.

—Bueno, eso... —tartamudeó Darién nervioso.

«Tal vez sea cierto sí hablamos de Anastasia».

—Basta, Nissa —intervino Elisa con una sonrisa—, él ya tiene alguien más en mente, además, ¿no viste cómo el agua del río salvaje lo obedecía?

Ráfaga Cósmica (Libro 2. Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora