Capítulo 19

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—¿Quieres hablar de lo que pasó? —preguntó Marina mientras conducía.

—No sé cómo sentirme al respecto. Sé que Samuel me mentía y lo descubrí, pero no quise mencionarlo a los chicos porque temía que se burlaran de mi situación y pensaran que no podía ocuparme de nada —respiré profundo.

—Entonces, ¿no entiendo qué pasó?

—Hicieron pasar a Santiago como si me hubiera engañado con unas mujeres en uno de los hoteles que maneja Vidal.

—¿Qué hicieron qué? Están locos —Marina frenó de golpe y se rió de mí. —Se robaron mi ira —bromeó.

—Pero eso no quita que esté mal. Me engañaron, y así podrían haber hecho cosas peores y estoy ciego ante ellos.

—Julls, sabes que ese imbécil de Samuel es igual o peor que Víctor, y si de algo estoy segura es que ellos lo hicieron por amor a ti. Ten en cuenta que no es solo uno, son cuatro hombres que darían la vida por ti, están dispuestos a hacer y a matar a cualquiera por ti. Jamás te engañarían —alegó.

—¿Estás de mi lado o de parte de ellos? —advertí.

—De parte de los hechos, Julls. Volvamos a casa y habla con ellos. La mejor solución a todo esto es hablar como los adultos que somos.

—Tienes razón, no sé en qué estaba pensando. Además, es peligroso. ¡Qué idiota fui!

Marina volvió a conducir en dirección a la mansión. Durante todo el camino, recibí un sermón sobre muchas cosas y, la verdad, tiene razón. No sé qué está pasando conmigo.

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—Los señores siguen en el despacho —pregunté a la ama de llaves, mientras Marimba volvía a su habitación para no interrumpir.

—Sí, escuché ruidos pero no quise intervenir —explicó.

—Está bien —me dirigí hasta el despacho. Al entrar, noté cómo todo estaba desordenado, las copas en el suelo hechas pedazos, vidrios esparcidos por toda la habitación.

—¿Qué sucedió aquí? —pregunté.

—Julls, estás aquí —pronunció Jean con gran desesperación.

—Tenía que confesarles que no pudieron encontrar nada sobre Samuel porque yo me encargué de ocultarlo y resolverlo antes que ustedes. No quería que pensaran que en mi primera relación no pudiera resolver cualquier problema. —expliqué.

—Mi querido Julls —Respiró Aliviado Gael.

—Pero, ustedes actuaron sin mi consentimiento —reproché.

—Lo único que deseábamos era mantenerte de nuestro lado, era horrible la idea de tener que soportar que otro tocara tu cuerpo, que otra persona te besara, ¿entiendes lo difícil que fue aceptar que salieras con ese idiota? —habló frustrado Vidal, su rostro reflejaba enojo y tristeza al mismo tiempo. Sé que lo hicieron por mí, eso no lo discuto, pero no quiero que sigan haciendo estas cosas. Puedo resolverlo por mí.

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