Capítulo 20

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Al llegar al hospital, mi única idea era ver a mis padres y que ellos pudieran reconocerme. Entramos a toda prisa y rápidamente nos dirigimos hasta la habitación donde se encontraban ellos.

—Buenas tardes, señor Sweet. Me alegra tenerlo por aquí. ¿Qué tal, señorita Valverde? ¿Cuál es el motivo de su visita? Si es por sus padres, me temo decir que su estado es el mismo. Justo pasaba por aquí para hacerles los chequeos rutinarios —indicó el doctor.

—¿De qué está hablando? Hace un momento me llamaron de recepción que mis padres habían despertado y que viniera a toda prisa —expliqué agitado.

—Pues le mintieron. Seguro alguien que vio las noticias quiso jugarle una mala pasada —dijo el médico.

Miré a Marina con gran decepción. No era solo el hecho de que mis padres estuvieran en ese estado, sino que podría volver a esa cama si salíamos de ese hospital nosotros solos.

—Llama a los chicos —propuso Marina.

—Sí, me disculpan. Seguiré con mis deberes —indicó el doctor, saliendo de la habitación.

—Ya les envié un mensaje. Esperaremos aquí hasta que lleguen —dije.

—¿Crees que hayan sido ellos? —se cuestionó Marina.

—Es lo más probable.

Pasaron las horas y no recibí ninguna respuesta de los chicos. Tampoco respondían mis llamadas. Me estaba preocupando lo que estaría a punto de ocurrir.

Aun estaba molesto, la vida de mis padres no es un juego, lo hicieron con la clara intención de hacernos salir de casa, si ponemos un pie fuera de este hospital, estaremos acabados. Mirar a mis padres en esta situación me hace sentir impotente, no poder ayudarlos me hace sentir inútil.

—Debemos irnos, estoy mirando que vienen unos tipos sospechosos, y a uno de ellos lo recuerdo bien, debemos salir de aquí—dijo acercándose hasta donde estaba, con sus manos temblorosas tomó las mías mirándome fijamente—rogó—No quiero regresar al encierro de antes.

—Espero que esta sea la mejor opción—me despedí de mis queridos padres y salimos a toda prisa de la habitación bajando por las escaleras de emergencia.

Una vez que logramos salir, sin emitir ningún movimiento que nos pusiera en peligro, subimos al auto sin problemas para salir del hospital.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Marina aún nerviosa, desde el asiento del piloto.

—Deberíamos ir hasta mi casa para estar más seguros, mi madre nos protegerá hasta que los chicos aparezcan—propuso al notar que no sabía qué hacer.

Simplemente asentí y ella se dedicó a conducir hasta llegar a su casa, nos quedamos en silencio todo el camino, no emitimos ninguna palabra, solo nos quedaba mirar con atención las calles y esperar el momento hasta poder estar en casa seguros.

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