Capítulo 10

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Son aproximadamente las cinco y media de la tarde y reviso mi celular sin ganas de levantarme

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Son aproximadamente las cinco y media de la tarde y reviso mi celular sin ganas de levantarme. Si no fuera porque ya le dije a Marina que viniera, no pensaría siquiera en moverme de la cama con todo lo que me ha pasado recientemente. No tengo ánimo para nada, lo único que me importa saber en este momento es quién se ha atrevido a hacerme tanto daño.

A veces pienso que la vida ha sido muy injusta conmigo. Siempre he tenido que soportar este tipo de cosas, sin haber hecho nada para provocar a nadie. Mis amigos han estado conmigo desde que tenía doce años, y hasta ahora siempre me han apoyado en estos problemas, pero aún así hay personas que se meten conmigo, sabiendo que tengo a mi lado a cinco personas muy poderosas que, si quisieran, podrían arruinarles la vida y nunca se recuperarían.

Fueron tan imbéciles que se atrevieron a secuestrarme al salir de la oficina de Marina. Aún no entiendo cómo creyeron que podían salirse con la suya. No voy a negar que estaba muy asustado. No sabía cuándo se darían cuenta que no estaba y empezarían a buscarme, pero estaba seguro de que me encontrarían pronto.

Para mi cumpleaños número dieciocho me regalaron una pulsera muy bonita de oro puro, con cuatro diminutos diamantes y uno en el centro que era más grande que los otros. Dentro de este había un localizador, así que sí, ellos sabían cada paso que daba. Al principio no me gustaba la idea, pero me prometieron que nunca interferirían en mis decisiones ni me cuestionarían por qué estaría en algún lugar, destacaron que era por seguridad. En ese tiempo no entendía por qué necesitaban seguridad. Sabía que eran dueños de grandes fortunas a tan temprana edad.

Ellos son mayores por cuatro años, terminaron la escuela y la universidad antes que yo. Esto solo fue solo una ventaja, en ese momento ya eran personas reconocidas. Sobre todo, Jean, que debido a su gran belleza pudo entrar en el mundo del modelaje a los diecisiete años ya tenía muchas agencias publicitarias detrás de él. Creo que esa fue una de las mayores ventajas para los cuatro, conocer personas del medio. Lo más admirable de todo es que siempre han estado juntos, y desde que los conozco, jamás han tenido una discusión.

Me levanté de la cama aún nervioso y aturdido, me di una pequeña ducha y me dispuse a salir de la habitación, de seguro mis chicos llegarían o seguramente ya estaban reunidos. No escuché ningún ruido, así que caminé por toda la amplia sala para dirigirme a la cocina. Afortunadamente, había alguien en casa, pensé que me volvería loco estando tan solo. Es la cocinera que trabaja para Jean, él es muy quisquilloso con la comida y no hay persona que cocine tan bien como ella.

—Buenas tardes, Roxana. —Saludé a la señora, intentando no causar molestias. —Muy amable. —Me respondió, y ofreció cocinar algo rápido para comer.

—¿Cómo está, Sr. Julls? Hacía días que no lo veía por aquí. —Preguntó angustiada.

—He estado ocupado últimamente, Roxana, pero aquí estoy, calentando mi cama, aunque sea un día. Ya mi habitación está muy oscura y sucia. —Dije en broma.

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