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—Sí, Seungcheol, tú, Jisoo y yo.

—¿Quién es Jisoo?— inquirí medio confundido.

—El medio hermano de Seungcheol.

De pronto recordé la conversación que él había tenido con Seungcheol anoche y que había mencionado a un Jisoo como su hermano.

—Oh— musité—. Me encantaría— sonreí amable.

—¡Le diré a Seungcheol que organicemos todo!— me abrazó de nuevo dando brinquitos como niño pequeño.

Así era Jeonghan; dulce, cariñoso, tierno, frágil y entusiasta, era un niño pequeño encerrado en el cuerpo de una persona adulta de veinticuatro años, aunque eso sí, algunas veces podía llegar a ser muy maldoso.

—Oye— musité cambiando repentinamente de tema —Quiero ir al tan famoso puente de los suspiros, quizá pueda tomar algunas fotografías.

—Il ponte dei suspiri. ¿Y para qué quieres ir allí? No es la gran cosa— dijo —Más bien deberías a la plaza de San Marcos, muchos toman fotografías allí.

—Lo sé, pero no quiero algo común. Ya me conoces— me encogí de hombros.

—Bueno también podrías ir al Plazzo Ducale, le podías tomar bellas fotos.

—¿Al qué? Jeonghan ¿te molestaría hablarme en mi idioma?

Él rió.

—Al Palacio del Duque.

—Gracias, ¿Me llevarás al puente de los suspiros?

Puso los ojos en blanco ante mi insistencia.

—Está bien. Te llevaré mañana.

—Gracias, Han. Eres el mejor— y fui yo quien empezó el abrazo ahora.

Seguimos caminando por las calles de Venecia, mirando casi todas las tiendas de ropa y de videojuegos que allí había. Comimos en un pequeño restaurante de pollo y luego llegamos cansadísimos al departamento.

Eran las siete de la tarde con treinta minutos cuando llamaron a la puerta.

—¡Es Seungcheol!— anunció jovialmente Jeonghan y se levantó como rayo dando grandes zancadas hacia la puerta.

Dirigí mi vista hasta allá, desviándola del televisor, anhelante de ver el rostro perfecto.

—¡Amor!— Jeonghan se lanzó a sus brazos en cuanto la figura de su novio fue palpable, y él lo recibió cálidamente.

La fierecilla se removió incómoda.

—Ven, pasa.

Desvié mi mirada de nuevo al televisor queriendo aparentar que no la había despegado de ahí.

—Jihoon, hola— mi nombre en su voz era tan melodioso y diferente al resto de voces que habían puesto en su sonido mi nombre, lo hacía parecer bello, único.

Me giré para mirarle.

—Hola, Seungcheol— le sonreí.

—¿Cómo va tu primer día en Venecia?— preguntó.

—Cansado— musité y reí al recordar que había usado el mismo adjetivo cuando él me había preguntado acerca del vuelo. Supongo que él también lo recordó, porque rió de la misma manera que yo.

—Ojalá que los demás no sean siempre así— comentó y sonrió, luego miró a Jeonghan para entablar conversación con él.

Entonces yo me giré de nuevo, pero, a decir verdad, estaba más pendiente de su conversación que del programa italiano que se proyectaba en la televisión.

—¿Estás nervioso, cielo?— le preguntó a Jeonghan.

—¿Sobre qué?— inquirió él confundido.

—Sobre tu entrevista de trabajo, mañana.

—¿Mañana es siete?— la voz de Jeonghan sonó alarmada— ¡Dios, lo olvidé!

Entonces me giré de nuevo para mirar.

—¿Tienes una entrevista de trabajo?— pregunté realmente emocionado.

—Sí y... ¡oh!— se quedó en silencio unos segundos —¡Lo siento! ¡Lo siento, lo siento, lo siento!— se acercó a mí —Es que no recordaba lo de la entrevista, perdóname.

Tardé un segundo en comprender por qué me pedía disculpas.

—Oh, Han, no. No te preocupes bestia— le sonreí—. Iremos otro día a visitar el puente.

—¿No estás enojado?

—¿Yo? para nada, al contrario. ¿De qué es el trabajo que solicitas?

—Enfermería en el hospital de la Isla Torcello. ¡Tengo una idea!— dijo de pronto, como si la primera parte no importara demasiado, se giró a mirar a su novio— Amor, ¿tú podrías llevar a Jihoon al Il ponte dei suspiri?

Los ojos se me abrieron de par en par ante la sorpresa y luego miré el rostro de Seungcheol, tan bello como el de un ángel. Él también me miraba con sus ojos marrones.

𝗠𝗮𝗻𝘂𝗮𝗹 𝗱𝗲 𝗹𝗼 𝗽𝗿𝗼𝗵𝗶𝗯𝗶𝗱𝗼 𓂅  𝘫𝘪𝘤𝘩𝘦𝘰𝘭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora