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Había estado la mayor parte del tiempo con ellos dos, y me había dado gusto la noticia de que ahora eran casi inseparables; sólo le faltaba a Mingyu decidir qué día le pediría que fuera su novio.

Salté de mi asiento al percatarme de la hora.

—Demonios, es tardísimo— dije levantándome de la silla mientras que Mingyu y Wonwoo me miraron confundidos.

—¿Tarde para qué?— preguntó Mingyu.

—El viaje de Jeonghan, ¿Recuerdan?— les había contado la historia a la hora de la comida, Wonwoo me llenaba de consejos y Mingyu resultó ser unos excelentes oídos.

—Oh, verdad.

—Habla con él, Jihoon. Una amistad se vuelve más sólida si ambas partes hablan de lo que les preocupa— me aconsejó Wonwoo, como toda la tarde lo había estado haciendo.

Era increíble como podía expresarse así, con tanta naturalidad, con tanta sabiduría, sin duda era más maduro, siempre lo he dicho.

—Gracias, Wonwoo. Espero tener el tiempo.— miré el reloj—. Y si no me doy prisa, no podré despedirme.

—¡Suerte!— agitó la mano cuando me dirigí a grandes zancadas a la puerta de la salida.

—Hasta pronto, Jihoon— dijo Mingyu

Salí dándoles una sonrisa y apresuré el paso hasta el edificio. Faltaban doce minutos para que las ocho y media se dieran, Jeonghan tenía que partir antes de las nueve.

Mientras corría hacia mi destino, recordé a Seungcheol; él ya debería de estar allí, seguro. Eso hizo que mis pies disminuyeran su velocidad un poco. No quería llegar y toparme con la despedida amorosa entre ambos porque sabía muy bien que me iba a doler, incluso pensarlo ya me causaba una aguda sensación de malestar en el corazón.

Por primera vez utilicé el ascensor y llegué hasta el tercer piso en tres cuartos de minuto, di grandes zancadas hasta el departamento 312 y abrí torpemente la puerta, esperando a que Jeonghan no se hubiese ido ya.

—¡Jeonghan, lo lamento...!— mi frase se quedó inconclusa porque justo al abrir la puerta me encontré con la escena romántica que quería a toda costa evitar. La despedida amorosa de Jeonghan y Seungcheol

—¡Jihoon! qué bueno que llegaste antes de que partiera. Pensé que no vendrías— la broma no le salió como tal. Se deshizo del abrazo de Seungcheol y se dirigió a mí para abrazarme. Algo de perfume de Seungcheol aún había quedado impregnado sus ropas y llegó hasta mi nariz de forma tenue.

Intenté sonreír y poner buena cara, aún sintiendo los horripilantes deseos de estallar en berridos y dejar salir a borbotones las pesadas lágrimas que sentía que me empañaban la vista.

Una gota salada cayó al hombro de Jeonghan, una lágrima que no pude reprimir.

—Oh, Jihoon, pero no llores, o me harás llorar a mí— su tono de voz se tornó cálido y tierno, como siempre había sido.

Él creía que yo lloraba por su viaje. Era un buen pretexto, pero me sentía mal porque no era cierto. La verdad era que, si sentía dolor, pero era uno propio del corazón, causado por la demostración de afecto entre ellos dos.

Sonreí, esperando que no fuera muy evidente lo falso en ella.

—Cuídate mucho, Han— murmuré—. Te voy a extrañar— aquello había sonado honesto, porque era verdad.

—Yo también— me dijo.

Luego, la mano de Seungcheol me acarició la espalda en busca de darme consuelo. Hasta ese momento recordé su presencia y un inexplicable rencor me invadió. Lo odiaba bastante, pero de igual manera, lo amaba más de lo que podía llegar a odiarlo. No entendía cómo es que había ilusionado tanto a mi corazón y luego lo había dejado caer en un agujero sin fondo y muy oscuro.

—Te acompaño abajo— dijo él y luego tomó la pequeña maleta de Jeonghan, dejando a mi espalda desprotegida de su calor —¿Vienes?— me preguntó a mí.

Asentí y entrelacé mi brazo al de Jeonghan, luego bajé la cabeza. Lo que menos necesitaba era que Jeonghan se fuera, aunque sólo sea por dos días; sin duda serían los dos días más difíciles de mi vida, teniendo que abstenerme de todo tipo de encuentro con su novio.

Bajamos por el ascensor, mientras que nadie pronunciaba palabra alguna y mi vista seguía fija solo en el piso del elevador. Cuando llegamos al primer piso y salimos del pequeño apartado, la camioneta de la gente del señor Vittore ya esperaba por Jeonghan.

Él dio un suspiro y luego se giró para ver a Seungcheol. Lo miró por un par de segundos, como queriéndole decir algo con sus ojos, parecía que... suplicaban. Pero Seungcheol bajó la mirada y exhaló despacio, luego besó la frente de su novio.

—Cuídate mucho, amor— le pidió.

El corazón, ya roto en miles de pedazos, se contrajo de dolor al escuchar la última palabra.

Jeonghan sonrió débilmente.

—Te amo, Seungcheol— susurró en su oído y yo deseé con un fervor descomunal estar en alguna otra parte en ese momento.

Pero él no dijo nada, esbozó una pequeña sonrisa y volvió a besar la frente de Jeonghan. En serio, lo odiaba.

Luego Jeonghan se giró hacia mí y me sonrió, con esas sonrisas que me había estado dando últimamente.

—Te voy a extrañar— le repetí porque era lo único honesto que había en mí —Cuídate mucho.

—También tú. Dos días se pasan rápido— me dijo.

Le sonreí y luego Seungcheol y yo lo vimos subir a la camioneta.

—Nos vemos en dos días— nos dijo y se despidió con un gesto de mano.

Seungcheol y yo miramos la camioneta hasta que se perdió entre las calles oscuras.

Cerré los ojos por un instante hasta que la voz de Seungcheol me hizo abrirlos de nuevo.

—¿Volvemos al departamento?— preguntó cínico.

Pero yo no debía estar con Seungcheol, ni siquiera verle durante estos dos días. Jeonghan merecía respeto y era lo que al menos le daría.

—Seungcheol, estoy cansado. Quiero subir y tirarme a dormir— dije—. Disculpa.

—No, no hay problema. Descansa. Nos vemos mañana— me sonrió y algo en su confianza de que nos veríamos el siguiente día me hizo creerlo.

—Adiós— musité sin mirarle y subí hasta el departamento.

Al instante en el que entré, el lugar ya no era el mismo. Se supone que ya debería haberme acostumbrado a pasar las horas solo, pero ahora por alguna razón era distinto.

𝗠𝗮𝗻𝘂𝗮𝗹 𝗱𝗲 𝗹𝗼 𝗽𝗿𝗼𝗵𝗶𝗯𝗶𝗱𝗼 𓂅  𝘫𝘪𝘤𝘩𝘦𝘰𝘭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora