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—Él es atrevido con esto de los juegos mecánicos— siguió. Pero la comparación me había dolido en lo profundo de mí ser—. Mientras que contigo, la diversión está cuando me ruegas que no te suba y después que te convenzo, bajas farfullando en contra mía— rió—. Qué divertido.

Me vi obligado a reír, su risa no sólo era un bello sonido, sino también era de esas risas que te animaban a reír también.

—Se nos hace tarde, tenemos que irnos— dije con el pesar que no pude ocultar.

—Cierto, el tiempo se pasa rápido, ¿No?— me ayudó a levantarme de la banca y arrastré los pies a su lado para encaminarnos a su Hybrid y volver a la realidad.

—Tan rápido que no te das cuenta cuándo suceden las cosas— musité viéndome los pies al caminar; dándole doble sentido a mi frase.

—Eso es cierto— concordó.

Subimos de nuevo al vehículo negro que ya empezaba a hablarme de recuerdos, como si al sentarme en el asiento grisáceo, la suavidad de éste, me contara sobre las veces que yo he estado allí, con él.

Le regalé una sonrisa secreta a todos los recuerdos, pero Seungcheol alcanzó a percibir mi mueca de labios.

—¿Por qué sonríes?— me preguntó encendiendo el motor del vehículo.

El suave ronroneo me hizo salir de mi ensoñación.

—Porque... recordé— me obligué a rebuscar palabras en mi mente —que hace mucho tiempo que no me divertía tanto— dije al fin.

Las comisuras de sus labios hermosos se elevaron hasta formar una bonita sonrisa complacida.

—Pues me alegra que te hayas divertido— dijo.

Volví a sonreír, como diciéndole "gracias" luego me giré a mirar por la ventanilla polarizada, escuchando los latidos de mi corazón al pensar que estaba cerca de él. La piel se me erizó un poco, no sé si por culpa o de preocupación; quizá de ambos.

¿Pero qué estaba haciendo yo de malo? Mi único delito era haberme enamorado de Seungcheol, porque era la persona menos indicada para aprisionar mi corazón. Su nombre debería de estar en algún manual de lo prohibido, en la primera página con un aviso "Peligro". Volvía a mi pregunta, malo sería querer quedarme con él. Aunque la verdad, es que sí lo deseaba, pero, aunque no tuviera intenciones de hacerlo, desearlo como yo lo hacía, era suficiente malo. Bastante.

—¿Te molesta si hago una última parada?— me dijo y su voz llegó hasta mi corazón en aquel silencio que inconscientemente se había producido.

Le miré.

—No, por supuesto que no— musité. A fin de cuentas, si se me permitía estar más tiempo con él, no iba a rehusarme a tal regalo.

—Genial. Quiero saludar a un viejo amigo. Hoy es su cumpleaños. Prometo que no tardaré— estacionó la camioneta en una calle medio vacía y en un instante, él ya se encontraba fuera del auto abriéndome la puerta para que bajara.

—Acompáñame— me sonrió y me ayudó a bajar. Luego de cerrar la puerta, como hipnotizado le seguí, acatando su orden con el mayor placer.

Caminamos sólo unos pocos metros; ya que, a la mitad de la calle se situaba un bar-café, a lo que pude entender por los dibujos con luz neón que sobresalían de la pared, a lado de la entrada de madera recién barnizada. Me detuve confundido, cuando Seungcheol paró también su andar.

—Oh, tranquilo. Aquí son muy amables— musitó como si adivinara mis pensamientos.

—¿Tú... alguna vez has...?

—¡Oh, no!— se rió como si hubiese sido una buena broma —Si te refieres a que, si he tomado, jamás— aclaró.

El alivio corrió por mis venas. Yo odiaba todo tipo de alcohol que dañaba los sentidos de las personas, aquello le había quitado la vida a mis padres, indirectamente.

—Ven— me tomó de la mano y no dudé en seguirlo, aunque adentrarme a ese horrible lugar era casi igual de espantoso que subirme a la montaña rusa.

El montón de lucecitas de colores me encandiló los ojos y el sonido de la música electrónica retumbó en mis oídos. Gente bailando de aquí para allá, con movimientos bruscos de brazos y piernas. Me acordé de Corea, sólo con la diferencia de que aquí, los lugares parecían más decentes. O al menos los que había visitado.

Seungcheol no me soltó la mano, mucho menos para conducirme por entre la gente danzante, hasta que me llevó al otro extremo y se recargó en la barra con una elegancia extraordinaria.

—Hansol, mi amigo. Piacere di vederti!— dijo Seungcheol elevando un poco la voz para que se alcanzara a oír sobre el ruido.

El mozo que limpiaba algunos tarros con un trapo, detrás de la barra, se giró a la voz de Seungcheol.

—Cheol! Che gioia di vederti qui!— era un sujeto alto, con el cabello color castaño y su rostro era de aspecto viril, sin duda, aunque los labios estaban deliciosamente rosados. Dejó lo que estaba haciendo y se reclinó sobre la barra para darle un abrazo cariñoso a Seungcheol.

—Non poteva mancare il tou compleanno— su abrazo se prolongó por las palabras de Seungcheol.

—Oh, quanti dettagli da parte tua— dijo el joven sonriendo agradecido.

La bella sonrisa de Seungcheol apareció en su rostro, y entonces el joven por fin prestó su atención en mí. Su mirada curiosa se paseó por mi rostro, haciéndome sentir cohibido.

—Chi è questo bellissimo ragazzo?— pronunció.

La sonrisa de Seungcheol se hizo más ancha. ¡Cómo odiaba no entender italiano!

—E'il migliore amico di Jeonghan, è venuto a vivire con lui per un po'. Ti farò conoceré, ma non parla italiano— dijo Seungcheol y me miró con... ¿Ternura? —Hansol, el es Jihoon. Jihoon, el es Hansol 

𝗠𝗮𝗻𝘂𝗮𝗹 𝗱𝗲 𝗹𝗼 𝗽𝗿𝗼𝗵𝗶𝗯𝗶𝗱𝗼 𓂅  𝘫𝘪𝘤𝘩𝘦𝘰𝘭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora